¿Tal vez todos los celebra por igual, con unción y recogimiento, porque aprovecha para venerar a la Virgen María, bajo la advocación de María Auxiliadora, encontrando fortaleza y consuelo, renovándole su afecto y confianza en su amorosa protección?

¿O le ocurre algo parecido, respecto de su patriotismo, porque sus sentimientos de ecuatorianidad se renuevan y fortalecen con el recuerdo de la decisiva Batalla del Pichincha, de la que derivaron la independencia definitiva y el inicio de la accidentada vida política, que dio origen a nuestra patria: Ecuador?

¿Tal vez recuerda con especial fruición algún aniversario de esa gesta en particular, porque pudo aprovechar la vacación oficial que engendra, como corta vacación que le permitió disfrutar de su familia y del entorno físico que los cobijó, y se tejieron historias que perduran alegres en la memoria familiar y vuelven a comentarse especialmente en esta fecha?

“Mi” 24 de mayo es el de 1981.

Entonces, con mi familia, estaba radicado en Quito. Ejercía el cargo de procurador general del Estado y mi periodo abarcaba desde el 23 de agosto de 1979 hasta el mismo día de 1984.

Mi hijo mayor cursaba el quinto año del Colegio San Gabriel, de los padres jesuitas, y debía realizar su solemne juramento a la bandera, como todos los demás convocados, así que partió temprano hacia el estadio Atahualpa, donde se celebraría la ceremonia, a ser presidida por el presidente de la República, Jaime Roldós Aguilera, quien había propuesto, a la Cámara Nacional de Representantes, mi nombre para referido cargo de procurador, habiendo sido elegido por unanimidad, con la abstención del representante Ing. León Febres-Cordero.

Con Alicia, que me acompañaba, tuvimos dificultad para ingresar al estadio. Adentro no pudimos llegar al puesto que nos correspondía y desde unos treinta metros, solamente pude saludar a Martha, la esposa de Jaime, cuando miró en su entorno. Así su sonrisa perdura en mi memoria.

No obstante lo bien hilvanado de su discurso, la pifia que se escuchó a ciertas palabras del presidente fueron duras de asimilar.

En la tarde, luego de la misa de las 17:00, a la que concurrimos familiarmente, por Teresa Minuche de Mera supimos que el avión presidencial había sido declarado en emergencia.

Poco después fui convocado al Palacio de Gobierno, como integrante del denominado Gabinete Ampliado, para resolver de la sucesión presidencial.

Algunos opinaban que Osvaldo Hurtado, el vicepresidente, para asumir el cargo de presidente de la República debía juramentarse ante el presidente de la Corte Suprema de Justicia.

Hice notar que no estábamos en Estados Unidos de América y que nuestra Constitución preveía la subrogación del cargo, por lo que el vicepresidente debía solamente expedir un decreto ejecutivo asumiendo la Presidencia de la República. Así se hizo.

Pocas horas después viajábamos por tierra hacia Guayaquil, para asistir a las honras fúnebres de una persona extraordinaria que ha hecho mucha falta al Ecuador.

Ese es “mi” 24 de mayo. ¿Tiene el suyo? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)