Por: Lourdes Tibán

En estos últimos días, sin que nada sea oficial, se han “rumorado” nombres de hombres y mujeres que posiblemente serían parte del gabinete de gobierno del Lcdo. Moreno.

No entiendo por qué la difusión acelerada y presuntiva de los nombres, a muchos les inquita e incluso causa asombro. En mi caso, ya después que tuvimos de ministro a Paco Velasco, escuchar el nombre de la “irakunda” Rossana Alvarado como ministra, o el de Augusto Barrera, Fander Falconi, Paola Pavon, Ledy Zúniga, Javier Córdova, Santiago León, Pancho Cevallos, Richard Espinosa, el pinchador Ronny Vallejo, los esposos Mangas-Espinosa, el Virgilio, entre otros, no me llama la atención porque son del partido, fueron colaboradores incondicionales del correato y de seguro serán parte del “nuevo” gobierno para marcar los pasos del continuismo y ratificar que será “el último día de despotismo y primero de lo mismo”.

A mí me sorprendería cuando el Lcdo. Moreno dijera: ningún colaborador del pasado correísta será parte de mi gobierno; tal vez ahí podríamos pensar que efectivamente habrá cambios desde la conformación de su gabinete.

Lo que sí veo con asombro es el “asombro” de muchos periodistas y personajes que me han llamado a preguntar qué pienso sobre la posibilidad de que el mashi Humberto Cholango forme parte del gabinete, y si eso cambia las relaciones del Movimiento Indígena con el gobierno.

Independientemente de la posesión y las diferencias políticas, considero que al ser el Ecuador un país plurinacional e intercultural, por su composición diversa, más allá del personaje Cholango, para ejercer la interculturalidad, el gabinete debería mostrar esa diversidad con la integración de los montubios, afroecuatorianos, indígenas, mestizos y uno que otro blanco, si aún existe.

En los 10 años del correato, si bien el presidente usaba camisa bordada, balbuceaba el kichwa y se autocalificó de mashi, jamás valoró la presencia de un solo indígena en el gabinete, nunca priorizó la política pública para implementar el Estado plurinacional e intercultural. De ahí que, no solo Humberto, sino toda persona, sea indígena o no, de forma individual está en el derecho de tomar su propia decisión de colaborar o no con un gobierno, lo cual no tiene por qué afectar a un colectivo como es el Movimiento Indígena.

Ahora bien, ¿la incorporación del indígena a la burocracia del sector público cambia la relación indígena con el gobierno de turno? Con seguridad digo que no.

Abdalá, Lucio, Noboa, Palacios y Correa han tenido colaboradores indígenas pero jamás el Movimiento Indígena se ha doblegado en su lucha y tampoco ha confundido los roles burocráticos con las reivindicaciones no solo de los derechos indígenas sino de los derechos de los ecuatorianos.

Un puesto burocrático por sí solo no cambia la vida de los indígenas; o si no miremos ¿en qué cambió la vida del pueblo Cayambe con un embajador en Bolivia? ¿Qué dijo el embajador cuándo Correa intentó quitar la casa de la Conaie? ¿Cuál ha sido su pronunciamiento frente a los shuar encarcelados o la persecución a Cléver Jiménez y otros? ¡A pesar de la presencia de algunos indígenas en el gobierno de Correa, hoy como nunca antes nos enfrentamos a una ola de criminalización a líderes indígenas, escuelas indígenas cerradas, atropello a los derechos territoriales de los pueblos indígenas, insultados con los más más crueles términos como ponchos dorados, cabezas de palo, retrógradas, salvajes, despreciables, ignorantes, analfabetos, vergüenza humana… Nos ha dicho de todo.

Estamos entrando a la era del Leninismo, pero ya veo que sus secuaces de la Asamblea en su primera intervención, un tal Juan Cárdenas de una provincia con alta presencia indígena como es Cañar, nos trató a los indígenas de ponchos dorados, o como el tal Pavel llamó a los periodistas sicarios.

En conclusión, el nombramiento de un colaborador indígena por sí solo no va cambiar en lo mínimo las relaciones entre el Gobierno y las organizaciones sociales, pues sin Lenín no va terminar con la xenofobia, la discriminación, no respeta los derechos territoriales de los pueblos indígenas, no castiga a la corrupción de su antecesor o de su propio gobierno, no devuelve las diversas formas de libertad y democracia a los ecuatorianos, la mano extendida de Lenín podría terminar encogiéndose o extendiéndose de por vida, porque la gente que le rodea aplicará la misma lógica de herir y dividir a la sociedad con el desprecio y el abuso del poder.