A todos los escuece la pregunta: ¿Cómo será el próximo gobierno? ¿Seguirá el modelo del anterior o se atreverá a abandonarlo? Estamos a pocos días de recibir respuestas y veremos si el nuevo presidente tiene la resolución de gobernar para el Ecuador y no para contentar a otros. El saliente ha pretendido dejarlo amarrado y esto no es una especulación. No se le deja a un amigo las cosas tan complicadas. Deudas impagables, saqueada la Reserva Monetaria. Esquilmado el Banco Central que no tiene dinero propio sino de los depositantes. Deja oprimidos los medios de comunicación, la función Judicial politizada como nunca. El saliente ha creado una inconstitucional guardia de corps para protegerse porque tiene miedo. Se pelea con embajadores de países de los cuales pueden venir inversionistas. Deja contratistas impagos, obras inconclusas, inauguradas antes de tiempo. Su herencia es un país quebrado con una sociedad profundamente dividida. “No he sido elegido síndico de la quiebra de un país”, le espetó Camilo Ponce a su mentor Velasco Ibarra, la misma noche de su posesión.

Escucharemos con toda atención su mensaje de asunción al mando, en el que los presidentes trazan las líneas esenciales de su mandato. Deberá decir la verdad del estado en que recibe el país, con cifras sinceras. Tiene el deber de mencionar el verdadero monto de la deuda pública. Está obligado a decirnos cómo será su política económica. Estaremos muy atentos a los nombres de sus equipos de gobierno. También queremos conocer cómo va a combatir la corrupción y qué hará si aparecen amigos suyos entre los ladrones. Si también va a caer en el ridículo de confundir coimas con utilidades.

Tal vez hasta ahora no ha hablado claro porque teme los últimos coletazos del lagarto que muy a su pesar abandona el papel de estrella inmaculada. La gratitud no debería cohonestar la realidad. Esta debería aparecer con toda sencillez sin ofensas, porque no son necesarias: la situación en que estamos ya es una denuncia grave. La Contraloría ha comenzado a hablar.

Por aquí estuvo Varoufakis. No deberían hacerle caso. El País, de Madrid, publicó el 2 de este mes un reportaje sobre Grecia. Cito: “El gobierno griego accede a legislar un tijeretazo por importe de 3.600 millones (euros) en 2019 y 2020: básicamente la 14ª rebaja de pensiones decretada por la troika y la enésima subida de impuestos. A cambio, Atenas recibirá dinero europeo ante el riesgo de quedarse sin blanca este verano. Empezarán las negociaciones para reestructurar la impagable deuda pública”. La dirigencia económica de la Unidad Europea está harta de financiar el “Estado de bienestar” de los griegos, que viven de las glorias de su Antigüedad Clásica. Este es el país en el que Varoufakis fue ministro de Finanzas. El que da ideas para acabar con la dolarización. Los europeos exigen la receta clásica: gastar menos y aumentar impuestos. En vez de dar consejos venenosos a otros ayude, señor Varoufakis, a su propio país. Si lo dejan.

Otrosí: La Comisión Cívica Anticorrupción es la sal de esta tierra. Me uno a su sentido homenaje. (O)