Esperábamos que el señor presidente Rafael Correa, en los umbrales de dejar su mandato en Carondelet, hubiese suavizado su palabra frente a los que discrepan de la labor realizada por su gobierno. Esperábamos que con abrazo de paz nos dijera: “gracias, ecuatorianos”.

Monseñor Eugenio Arellano, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, sobre la década gobernada por el presidente Correa dijo que “deja un mal sabor de boca”. Juicio o percepción que no solo es la de monseñor, sino de casi la mitad de los ecuatorianos que sufragamos en las últimas elecciones. No, no es una percepción, es una realidad “un mal sabor de boca”, ver cómo en estos diez años la droga camina oronda, traficantes y consumidores han carcomido las bases de nuestra sociedad, perturbando a la juventud. “Un mal sabor de boca”, cuando la inseguridad social, como nunca, tiene secuelas de asaltos, secuestros, robos, asesinatos. “Un sabor de boca” cuando estamos conscientes de que las funciones del Estado no han tenido su independencia que exige toda régimen democrático. “Un mal sabor de boca” cuando vemos en las calles a jóvenes en pleno sol o lluvia haciendo piruetas, malabares, vendiendo frutas, agua..., o suplicando limpiar los parabrisas de los autos por una moneda. “Un mal sabor de boca” cuando llamamos al call center del Seguro Social y nos dicen llame mañana para darle una cita con un médico para después de 15 días (la enfermedad o la muerte no esperan tanto tiempo). “Un mal sabor de boca” cuando los bozales coartan los espacios de la libre expresión. “Un mal sabor de boca” cuando en cada sabatina se lanzan frondosos y nuevos insultos. “Un mal sabor de boca” cuando al denunciar supuestos actos de corrupción, organismos respetables y de comprobada solvencia ética y moral, en lugar de agradecerles por esta actividad son enjuiciados y sentenciados. “Un mal sabor de boca” cuando a los actos de corrupción de Odebrecht que son de conocimiento internacional, se los minimiza como coimas... Dijo el presidente Correa que fue imprudente, monseñor, en hacer público ese “mal sabor de boca”; utilizó ese mismo lenguaje impropio de un mandatario, de un académico y no solo la prudencia falló sino el respeto a una institución religiosa y a los ecuatorianos de cualquier ideología o partido político que no merecen escuchar exabruptos, que al herir nos multiplican ese “mal sabor de boca”, que pasará mucho tiempo para que se borre de nuestro paladar histórico.(O)

José J. Baidal Medina, estudiante de informática, Guayaquil