“Aquí tenemos un problema de falta de comunicación, es imposible comunicarse contigo”, le grita el enfurecido director de la cárcel al cuestionador presidiario Luke (Paul Newman), mientras lo apalea antes de enviarlo al calabozo, castigado e… incomunicado. Las emblemáticas líneas destacan en el clásico drama carcelario La leyenda del indomable (Cool Hand Luke, 1967), y representan al Ecuador de la así llamada revolución ciudadana, su política de comunicación, la ley que ha perpetrado para justificarla y la Supercom que ha inventado para ponerla en acto. La cinta, que nos recuerda al drama psiquiátrico Atrapado sin salida (1975), sugiere que no es necesario estar en una cárcel o en un manicomio para sufrir el mismo “problema de falta de comunicación”. Simplemente hay que hacer de comunicador en el Ecuador actual.

Jacques Lacan interrogaba la idea de la comunicación perfecta, explicando que el receptor tiene la arbitrariedad de interpretar como mejor le parezca el mensaje que le llega desde el emisor, y que este recibe de vuelta desde el receptor su propio mensaje en forma invertida. Así, por esta lógica de la comunicación y por la estructura del lenguaje, siempre estamos abocados a la eventualidad del malentendido entre los seres hablantes. Entonces, la comunicación es de ida y vuelta y se produce de manera imperfecta y contingentemente equívoca; aun así, intentamos decir algo todo el tiempo para tratar de entendernos.

La lógica panóptica de una organización totalitaria (como la cárcel, el manicomio o algún Estado) exige la comunicación perfecta, unívoca, completa y absoluta. Esta requiere que los mensajes sean unidireccionales del amo emisor al pueblo receptor, el cual solo tiene derecho a devolver breves signos de asentimiento, aprobación y obediencia. Es decir, el emisor grita órdenes que deben obedecerse sin cuestionar, e impone su propaganda como la única realidad verdadera. Así se evitan los “problema de comunicación” en el totalitarismo. El mejor ejemplo de este modelo es la distopía totalitaria que desarrolló George Orwell en su novela 1984 (1949). Por fortuna, en el Ecuador no tenemos un totalitarismo logrado, no por inapetencia gubernamental sino por indefinición disfrazada de “vocación democrática”, y sobre todo por la resistencia encarnada en algunos comunicadores y uno o dos políticos, en medio de la mayoritaria inercia y el miedo libre que cunde en la población inconforme.

Así como Luke es un héroe para los demás presidiarios que lo admiran pero no osan emularlo, así la mayoría de los ecuatorianos se limita a animar y admirar a los comunicadores sin atreverse a construir su propia opinión y expresarla de manera abierta y decidida. A lo sumo, extrañan y preguntan por su comunicador favorito ausente: “¿Por qué Roberto Aguilar ya no escribe en 4pelagatos?”. Bueno… ¿por qué no escriben también ustedes, amables lectores? Escriban donde quieran o donde puedan: en las paredes, en los buzones de los periódicos impresos o digitales, en los blogs, en las redes sociales, en su diario personal o donde sea. No se limiten a leer y a reenviar lo que los comunicadores profesionales escriben. ¡Sean ustedes también comunicadores! Escriban su opinión con sus propias palabras. La resistencia al abuso del poder empieza con un acto de palabra: “¡No!”. (O)