Hace un mes que miles de venezolanos reclaman un cambio definitivo en las calles y esperan perseverar hasta conquistar la democracia y la libertad.

La represión y la escalada de violencia dejan ya 34 muertos, cientos de heridos, 1.600 detenidos y 183 presos políticos. El Gobierno ha respondido anunciando la convocatoria a una Constituyente comunal, en la cual los asambleístas no serán elegidos por el voto popular, lo que ha sido rechazado por la oposición y visto con desconfianza por algunos chavistas que consideran que es una traición a la Constitución revolucionaria.

Mientras los venezolanos mantienen su decisión de lograr el cambio y el presidente baila simultáneamente, la opinión internacional se conmueve ante las imágenes de los ciudadanos anónimos que desafían los alardes de la fuerza, como la mujer que se pone delante de la tanqueta para impedirle avanzar o como la de los jóvenes desesperados que logran detener el tanque, bajar al conductor y golpearlo una y otra vez. Estas imágenes nos dicen que el país está entrando en un peligroso camino fratricida y que, ante esto, la indiferencia internacional no es posible. Venezuela no es una noticia en nuestros medios, ni en las redes sociales, Venezuela es una llaga sangrante en el corazón del continente. (O)