La fortaleza de una institución que ofrece seguridad a la ciudadanía no está en el tipo de armamento, sino en su grado de motivación y estimulación.

Cuando un policía a nivel mundial se coloca su uniforme y sale a trabajar, en realidad no conoce a ciencia cierta si va a regresar sano y salvo a besar la frente de su hijo y de su esposa, por otro lado, la delincuencia no utiliza uniforme y puede tener cualquier tipo de apariencia; esto pone en desventaja a la fuerza policial cuando llega a un sitio candente.

Cuando leo las noticias y observo que la policía ha incautado al crimen organizado miles de dólares o más, en un operativo exitoso donde ha incluso arriesgado su vida por diezmarlo, lo más justo es que se fije un porcentaje no simbólico de lo incautado al equipo que intervino, y una placa de reconocimiento a su valor y destreza.

El bien y la generación de operaciones exitosas se necesita incentivarlos para no marchitar el corazón de héroe.

En el mismo sentido cuando capturan a varios delincuentes y estos presentan cuatro o cinco detenciones por robo agravado, asociación ilícita, etcétera, uno se pregunta como ciudadano que paga sus impuestos ¿qué hacen afuera estos delincuentes?; esto desmotiva a la fuerza policial aquí en el país o en la China, ya que la captura fue en vano y la cárcel solamente era una especie de hotel de paso para estos que salen con más sed de venganza.

No se trata de falta de capacitación o de simple corrupción interna, sino de un importante grado de desmotivación no generalizada, que hace actuar a algunos efectivos de una forma errada.(O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Periodismo, Guayaquil