Si alguien albergaba todavía alguna duda de si durante la última década nos ha gobernado el régimen más corrupto de nuestra historia, esas dudas quedaron seguramente disipadas luego de ver y escuchar las insólitas declaraciones del dictador saliente defendiendo a un exministro detenido por el caso Odebrecht. Nunca el país había asistido a un espectáculo tan indecente. Es más, probablemente ni en el África o el Caribe hayan sido testigos de un descaro tan grande por parte de quien ostenta la más alta dignidad política. Que un jefe de Estado salga en televisión en el papel de abogado defensor de un detenido por corrupción para explicar agenciosamente las razones jurídicas de por qué no incurrió en soborno, es inaudito.

Pero la confesión pública hecha por el dictador saliente mostró algo mucho más grave. En su acuciosa defensa de su protegido dejó entrever la existencia de una suerte de manual interno de procedimientos para simular el robo de fondos públicos. Ya nos había dicho meses atrás que las coimas no causan un perjuicio al Estado. Ahora nos reveló que si los fondos son recibidos cuando el beneficiario ya dejó de ser funcionario público, y si este justifica el recibo de esos fondos a cambio de “asesorías” y si, además, emite una “factura”, y si encima el dinero lo recibe en el exterior, entonces todo se reduciría a un simple convenio “entre privados”, por lo que no habría delito. Y que si el exfuncionario llegase a recibir los fondos en el Ecuador, lo que sí tendría que hacer es pagar impuestos, y asunto terminado. (Tomen nota, señores traficantes, basta pagar impuestos…). Vale preguntarse entonces: ¿qué otros consejos trae ese manual de cómo simular los sobornos? ¿Cómo así el dictador conoce tantos detalles de lo que hizo su exministro?

Hasta ahora no se nos explica cómo es que habiéndose declarado a Odebrecht como una empresa corrupta y hasta haberla expulsado del país por ese motivo, le fue luego permitido su regreso, y se le entregaron miles de millones de dólares en contratos. ¿Cuánto pagó Odebrecht por esos contratos, además del soborno que dio para que le permitan regresar? Y piénsese que lo de Odebrecht no llega ni al 1 por ciento de los 365 mil millones de dólares que pasaron por las manos de esta gente.

Si ya no hay dudas de que el dictador saliente ha dirigido probablemente el gobierno más corrupto de nuestra historia, la pregunta es si su sucesor está dispuesto a pasar a la historia como el más grande encubridor. ¿O está dispuesto a remover a los titulares de los entes de control y sustituirlos por profesionales que no hayan estado vinculados con el régimen saliente, en base a ternas, y a contratar a firmas internacionales especializadas en auditorías forenses, e investigar y encontrar dineros mal habidos, como es el caso de Kroll y otras similares, hasta lograr que todo lo robado (coimas, comisiones, sobreprecios, “asesorías”, etc.) le sea devuelto al pueblo ecuatoriano? Veamos. (O)