Milton Friedman escribió junto a su esposa un libro titulado Libertad de elegir (1980), luego de transmitir una serie de televisión con el mismo nombre, donde hablaba sobre cómo las regulaciones intrusivas y los impuestos opresivos van quitando poco a poco a los ciudadanos la libertad de elegir. En general, tanto en la serie como en el libro, los Friedman criticaban las políticas intervencionistas del Gobierno y su costo en las libertades personales y la eficiencia económica.

Con el auge del populismo y el autoritarismo en muchos países de la región en los últimos años, es cada vez más trascendental no solo apreciar el valor inherente de la libertad, sino también apreciar su papel central en el progreso humano. Es precisamente la libertad, la ausencia o limitación de restricciones, la que abre el camino para el crecimiento económico.

Desafortunadamente, en 10 años hemos visto paulatinamente el despojo de nuestras libertades, sobre todo la de elegir. Pero viendo las cosas por el lado positivo, a pesar de que la falta de institucionalidad ha logrado que sea para nuestros gobernantes cada vez más fácil (y legal) restringir la libertad de expresión y la libertad económica, hoy Ecuador es campo fértil para sembrar ideas de libertad. Cada vez más jóvenes apreciamos la libertad, dado que hemos sido testigos de cómo esta ha sido restringida y gradualmente arrebatada. De esta forma, las circunstancias nos han hecho valorar aquello que antes quizá lo dimos por sentado. Sin caer en el error de afirmar que antes de esta década fuimos mucho más libres, es difícil olvidar que 10 años atrás, cuando el correísmo recién comenzaba, se nos arrebató de forma tan arbitraria un contrapeso de poder clave para la libertad política: la función legislativa. Recordemos que los asambleístas destituidos habían sido elegidos en las urnas, lo cual agrava el atropello.

Pero viéndolo en retrospectiva, esta jugada fue maestra para poder “refundar la patria” y permitir que desde la Asamblea se tomen decisiones tan personales o familiares, como temas de herencia, y tan dañinos para la creatividad y el emprendimiento, como el Código Ingenios. Y cuando hubo temas cruciales que vía referéndum sabían que perderían, como el de la reelección indefinida, se lo hizo vía Asamblea, impidiéndonos la libertad de elegir algo crucial, como si quisiéramos o no que un gobernante se quede en el poder indefinidamente.

En la ideología socialista gubernamental, esta restricción de libertades es un medio justificado para alcanzar ciertos fines. Sin embargo, incluso es cuestionable si la pérdida de libertad cumplió esta finalidad, esto es, si la supuesta distribución de la riqueza redujo la pobreza en Ecuador; si el encarecimiento de la mayoría de productos al menos creó más industria nacional, que a su vez generó más trabajo formal; si el incremento de impuestos favoreció la recaudación. Las cifras y estadísticas no indican que se cumplieron estos fines, por lo que nuestras libertades fueron arrebatadas sin lograr esos objetivos.

El ejemplo ecuatoriano confirma las hipótesis de los Friedman: la pérdida de libertades no solo que no logra fines económicos como los propuestos por el Gobierno sino que, por el contrario, genera ineficiencias que son caldo de cultivo para la corrupción, la burocracia y la falta de crecimiento. (O)