En el modelo paternalista, el Estado se hace cargo de los ciudadanos como un padre de familia, a través de subsidios, políticas clientelares y leyes proteccionistas. Pero en realidad constituye una distorsión del tema social que mantiene la dádiva como instrumento de gobernabilidad para lograr hegemonía política y reelecciones consecutivas con un electorado cautivo.

Los resultados de este manejo históricamente han producido endeudamiento excesivo con moratoria de pagos y falta de flujo, llegando en algunos casos hasta el maquillaje de las cuentas públicas, lo que le costó el cargo a la expresidenta de Brasil, por ejemplo.

Por el contrario, la visión de Trump –al margen de sus excentricidades– es clara: reactivar la producción interna, repatriar capitales creando clima favorable, alentar la creación de nuevos puestos de trabajo, recuperar el poder adquisitivo de la moneda y acabar con subsidios innecesarios. Por esta razón comenzó eliminando prebendas y ahora reduciendo impuestos a los ricos, que son los únicos capaces de generar empleo masivo. De esta manera, cada persona puede velar por sí misma sin necesidad del Estado como papá, los subsidios quedan relegados a grupos vulnerables que de verdad los necesiten, y los empresarios sienten confianza de retomar sus inversiones y crecer puertas adentro; mientras el Estado sigue siendo el regulador, creando leyes que eviten abusos, garantizando un sistema de justicia capaz de proteger los derechos de todos de manera imparcial y haciendo énfasis en mejorar el servicio de salud y la educación, haciéndolos accesibles a todos con sistemas viables que eviten su colapso.

Todo esto solo lo puede hacer alguien que quiere llegar a ser estadista y no le interesan las encuestas ni la aprobación popular. Si hay una reelección, será porque su propuesta tuvo éxito y si no fracasará, pero en el camino va quedando en entredicho el “progresismo” y los nuevos socialismos, simplemente porque no hay chequera que sostenga a largo plazo esta visión equivocada de lo que significa bien común y un verdadero modelo de estado de bienestar.

No se necesitan 20 años en el poder para lograr transformaciones positivas, solamente sentido común y buenas intenciones.(O)

Carlos Cortaza Vinueza,
Abogado, Guayaquil