Durante la campaña electoral, el ahora presidente Donald Trump calificó de mentiras las afirmaciones que no resultaban de su agrado, igual que lo hiciera Hitler, quien gobernó Alemania también por la vía electoral, lo cual nos enseña que las urnas no son la única condición para que un proceso sea legítimamente democrático. Si este está amañado en su misma estructura por las oligarquías gobernantes, las elecciones simplemente confirmarán la perpetuación de los negocios de las élites. Por eso es fundamental que cada ciudadano forme su propio criterio sobre los acontecimientos de interés nacional.

El historiador Timothy Snyder, en su libro Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX (2017), realiza un curioso llamado para que los ciudadanos, por medio de la lectura, se conviertan en investigadores de la realidad: “Comprende las cosas por ti mismo. Dedica más tiempo a los artículos largos. Financia el periodismo de investigación suscribiéndote a los medios impresos”. Y es que, explica, en los sistemas tiránicos es obligatorio plantearse la pregunta por la verdad: “El líder al que no le gustan los investigadores es un tirano en potencia”. Por eso Trump tanto instigaba el odio a los periodistas.

Es cuestión de cada uno, pues, decidir si vivir en la mentira o vivir en la verdad. Otra tarea es practicar lo que se ha llamado la política corporal, esto es, salir y manifestarse en la calle porque allí se encuentran personas que apoyan una misma lucha aunque no estén de acuerdo en todo y tengan distintas procedencias: “Nada es real hasta que no acaba en las calles”. Este pedido cuestiona la creencia de que las redes sociales –importantes, sin duda– puedan reemplazar la manifestación activa callejera. Para evitar la tiranía, debemos pensar más y pensar mejor: por tanto, utilizar menos la red y hacer del cara a cara una manera de hacernos presentes.

De ahí la importancia de contribuir económicamente con las buenas causas, por lo que debemos participar en organizaciones, políticas o no, que expresen las formas en que cada uno entiende el deber para con los demás. Una sociedad civil sostenida en nosotros mismos es más poderosa y útil para resistir los embates del tirano. Al mencionar casos particulares en India, Turquía y Rusia –podemos añadir Nicaragua, Venezuela y Ecuador–, “los autoritarios de hoy también son sumamente alérgicos a la idea de las asociaciones libres y las organizaciones no gubernamentales”. Hay responsabilidades que son solo nuestras: debemos estar organizados.

Snyder afirma que cualquier experiencia desastrosa, real o provocada por terceros, servirá de pretexto para imponer un estado de excepción caracterizado por el abuso y la violencia. Y señala la forma en que Hitler utilizó el incendio del Parlamento alemán para implantar un régimen de terror que asesinó a millones de personas: “Los autoritarios de hoy son también gestores del terror”. ¿Y qué es la gestión del terror? Es “la utilización de atentados terroristas reales, dudosos y simulados para acabar con la democracia” en la convicción de que “un momento de conmoción hace posible una eternidad en la sumisión”. “Sé todo lo valiente que puedas”, dice, finalmente, Snyder. (O)