Que la educación rural se haya constituido en un factor de expulsión de las nuevas generaciones campesinas hacia las ciudades se convirtió en una gran preocupación para quienes asistimos la semana pasada a una reunión, convocados por el Grupo de Diálogo Rural, proyecto del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp), que fuera impulsado en nuestro país por el recordado amigo don Manuel Chiriboga, quien fue también columnista de este Diario.

El consultor don Mauricio Peña nos hizo conocer el ámbito de su investigación, la amplitud de su muestra, con alumnos, profesores y líderes comunitarios, en 33 conversatorios, en 17 comunidades y en 12 provincias, así como sus principales hallazgos y conclusiones.

Por ejemplo, la dedicación en la educación rural a vivencias prácticas, así como la articulación de los centros educativos con la comunidad es bajo: 11% y 13%, respectivamente.

Entre las carreras preferidas por los jóvenes consultados, las ciencias agropecuarias contabilizan el 1%.

El expositor, luego de su amplia y detallada alocución, nos hizo conocer que en su trabajo había detectado una dramática desvalorización de lo rural, por estas tres razones:

Los padres no quieren que sus hijos sufran lo que ellos sufrieron y predican insistentemente la necesidad de que los jóvenes se superen en la ciudad, teniendo como su destino la universidad y el empleo.

Desde la educación se construye el paradigma del espejismo urbano. Las carreras a las que aspiran los estudiantes son urbanas, principalmente Medicina, Arquitectura, Administración y Leyes.

El esfuerzo en el área rural es desproporcionado en relación a lo que se obtiene, por la baja productividad y el trabajo físico excesivo.

También fue expuesto, por ejemplo, un divorcio entre lo productivo y lo educativo: en el mejor de los casos, la articulación de lo educativo con la comunidad es funcional y utilitario, los centros proveen danzantes y exposiciones para las fiestas, y mano de obra para las mingas.

No se encontró ningún proceso sostenido de articulación de lo educativo con lo productivo, perdiéndose una buena oportunidad para el desarrollo.

El expositor sugirió como retos específicos de qué manera se puede contribuir, desde lo educativo a lo siguiente:

La construcción del sentimiento de arraigo de la población rural, desde lo material hasta lo espiritual de la realización personal.

Alivianar la enorme carga de trabajo físico en lo agropecuario, que afecta la productividad y agobia a los agricultores, mediante participación directa desde los centros educativos con soluciones tecnológicas.

Contribuir desde lo educativo a preservar en la producción individual o comunitaria la soberanía alimentaria y al mismo tiempo propiciar el desarrollo de producción más sofisticada y rentable para las comunidades rurales.

Coadyuvar, desde lo educativo, haciendo conciencia ambiental y social.

No ha sido fácil sintetizar la exposición, pero considero que necesitamos urgentemente tener conocimiento de lo que sucede en las colectividades agrarias de nuestro país, en materia de educación formal, para evitar que el sistema que impera siga expulsándolas hacia las ciudades.

¿Cómo propiciar o apoyar los cambios que requiere? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)