Paraguay ha sufrido por carecer de una buena política, ahí está su larga dictadura y el estado de corrupción con que tanto se lo identifica. La reelección presidencial, indefinida o no, en América Latina, es la fórmula más perversa de propuesta política. Ideal sería: presidente una sola vez.

La reelección presidencial indefinida le abre la puerta al gobernante para quedarse, inclusive al que no tuvo intención de eternizarse en el poder, más aún al que sí la tuvo, para la aplicación de todos los métodos pertinentes de seducción popular y captación de voluntades.

La seducción empieza por captar a los grupos más pobres, a personas llenas de resentimientos; si se trata de gente inculta, mejor. Acordémonos que el poder puede conceder derechos a un grupo, en detrimento de los otros y romper el equilibrio económico de la sociedad.

En Paraguay, la regresión política es un atentado a la unidad latinoamericana que busca más democracia, pero la reelección presidencial busca lo contrario. La reelección presidencial indefinida, o no, es una institución contraria a la naturaleza de las cosas, ya que es imposible la absoluta imparcialidad de un gobierno que a la vez busca otro periodo presidencial.

El poder político es la joya más cara de la corona, por su valor, el mundo moderno ha creado los blindajes más estrictos contra los que pretendan hacer suyo ese poder, o robárselo.

Hay que crear leyes –en nuestros países– para garantizar en forma absoluta la imparcialidad e idoneidad de todas las instituciones, con respecto a la santidad que debe rodear a las contiendas electorales. (O)

Rafael Mendoza Avilés, abogado, Guayaquil