Casi simultáneamente ha aparecido en inglés y en español el libro de Timothy Snyder Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2017). El epígrafe es una frase del filósofo polaco Leszek Kolakowski: “En política, que a uno lo engañen no es excusa”. Nada más oportuno para nuestra actualidad. Snyder enseña historia en la Universidad de Yale y su escrito es una advertencia sobre los devastadores efectos que tendría la presidencia de Donald Trump (quien comparte la misma lógica de gobierno y ansia de poder que el presidente Rafael Correa: por eso estas lecciones resuenan entre nosotros).

El eje argumental de este volumen es que los padres fundadores norteamericanos sustentaron la democracia en el derecho y en un sistema de frenos y contrapesos para que el poder no pertenezca en exclusiva al presidente de la República, sino que este tuviera límites concretos en su accionar. La capacidad de ejercer un poder ilimitado nos arrastra a la tiranía. Por eso Snyder invita a no obedecer por anticipado, subrayando que, lamentablemente, son los mismos ciudadanos quienes aceptan sin reflexionar nuevas situaciones represivas: “La obediencia anticipatoria es una tragedia política”. Es obligatorio defender las instituciones porque “ayudan a conservar la decencia”.

Al considerar ejemplos del nazismo y del comunismo del siglo XX, nos alerta sobre un Estado de partido único, pues bajo ese tipo de régimen nunca se sabe cuándo una convocatoria electoral puede ser la última para un votante por el resto de su vida. Para evitar este temor, llama a luchar para que los símbolos políticos incluyan, en vez de que excluyan, a todos los ciudadanos. Para ello es fundamental fortalecer la ética profesional, principalmente cuando los líderes dan mal ejemplo. En los regímenes tiránicos “los autoritarios necesitan funcionarios obedientes”; por esto, si no existieran jueces obedientes, la empresa tiránica se dificultaría.

Evitar la violencia es otra lección que ahora debe ser reaprendida, especialmente porque los tiranos se alían con grupos irregulares y/o paramilitares para ejercer violencia contra los ciudadanos que disienten con el pensamiento único. Snyder pide que la persona consciente se desmarque del resto de la gente: “Puede resultar extraño hacer o decir algo diferente. Pero sin esa incomodidad, no hay libertad”. Y recuerda que a quienes admiramos hoy no son los que se hicieron tiranos, sino a aquellos que fueron excéntricos, sujetos excepcionales, “los que no cambiaron cuando el mundo a su alrededor sí lo hizo”.

Tratar bien nuestra lengua es otro cometido central para evitar la mentira de la propaganda repetida del tirano. “Lee libros”, dice Snyder, y conmina a que las personas traten de apartarse de internet. En los grandes autores y en las grandes novelas hay elementos para pensar la realidad creativa y críticamente, para no dejarse apocar por el autoritario. La literatura nos previene sobre el totalitarismo. Creer en la verdad es otro de los pedidos porque “renunciar a los hechos es renunciar a la libertad. Si nada es verdad, nadie puede criticar al poder, porque no hay ninguna base sobre la que hacerlo”. Debemos resistir frente a los gobernantes que tergiversan la verdad. (O)