De pequeños fuimos configurados a gastar más de lo que se gana. Un ejemplo: el niño le pide al padre $ 2 para comprar un helado, el helado cuesta $ 1,50 y suceden tres cosas con el vuelto: 1) el niño le devuelve al padre 50 centavos, principio de honestidad; 2) compra con el vuelto, caramelos, inicio del egoísmo y de gastarlo todo; 3) le compra algo al padre, principio de generosidad o de pensar en el prójimo. Parece insignificante este cuestionamiento, pero dentro de los siete primeros años de un niño se configura una estructura base de comportamiento, que al crecer puede llegar a formar hábitos de ahorros, honestidad en cada acción, o actividades deshonestas e indisciplinas financieras. El ahorro se inculca desde temprana edad comenzando con un “chanchito” y aprende a controlar el deseo de romper el “chancho” y gastarlo todo; sacrificar deseos pequeños para obtener gustos más grande; aprender a visualizar el futuro con el esfuerzo diario, aprender a rodearse de personas positivas y optimistas. El ecuatoriano debe reorientar sus finanzas y segregar gastos de salud, alimentación, estudio; destinar un valor fijo al ahorro aunque parezca simbólico el valor multiplicado por doce meses, ya no será simbólico; buscar una segunda fuente de ingreso y no seguir diversificando el gasto. Estas prácticas financieras suelen copiarse de generación en generación y se elevan a la administración de la empresa.(O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Periodismo, Guayaquil