La posesión de Donald Trump como presidente generó incertidumbre, ante su radical oposición al sistema internacional, político y económico, una amenaza a todos los países del mundo que se habían ajustado a esas realidades. Nadie más que México: la promesa de erigir una muralla en la frontera y obstaculizar el flujo de personas y bienes colapsó al peso.

Los titulares traen el bombardeo de Estados Unidos, a las instalaciones de gas letal en Siria, y la acusación de Washington a Moscú de saber de antemano que Al Asad iba a gasear a civiles. Vemos ahí un primer caso de giro de 180 grados por parte del presidente estadounidense, puesto que el gran cambio que se avizoraba con Trump era de estrechas relaciones con Rusia, para alarma de los países de Europa del Este.

El FBI y el Departamento de Justicia de Estados Unidos investigan a personas muy cercanas al presidente Trump en unos casos por sospecha de ser agentes rusos, y de tener conversaciones con funcionarios rusos sin informar a sus superiores, en otros. Informan de indicios de intromisión rusa en las elecciones de Estados Unidos, hackeando los correos de la campaña de Hillary Clinton, y haciéndolos públicos a través de Assange, quien atrincherado en nuestra embajada en Londres interviene en política nacional e internacional. Todo esto llevaba a pensar que Putin tenía a Trump en el bolsillo.

La reacción en Siria muestra que ya de presidente, Trump ha entendido la lógica del actual sistema internacional.

Otro tema en que Trump hizo olas fue declarar obsoleta a la OTAN, lo que preocupó a los europeos que se sintieron desprotegidos frente al desconocimiento ruso de las fronteras como quedaron después del colapso soviético. Trump y Merkel tuvieron una reunión difícil, en la que Trump insistió en que Europa le debía dinero a Estados Unidos por la protección militar. Pero el miércoles, Trump declaró que la OTAN combate al terrorismo, y no es obsoleta.

En el campo económico había en gestación una guerra comercial con China, a la que Trump acusó, injustamente, de manipular el tipo de cambio. Esta semana, Trump reconoció que Pekín no manipula el cambio, de lo que se deduce que no habría guerra comercial.

Trump también se retracta de su promesa de cerrar el Eximbank, la institución financiera mediante la cual Washington entrega crédito subsidiado a exportadores estadounidenses, como Boeing.

Para la economía estadounidense, Trump ofrecía reactivación mediante la inversión masiva en infraestructura. El problema reside en que la economía ya se está reactivando, y esa inversión pública amenaza con un recalentamiento de la economía y repunte de la inflación, que llevaría al Federal Reserve a elevar la tasa de interés, para desalentar el crédito, revalorizando al dólar. Por lo que era de esperar que en 2018 Trump cambiase a Yellen, la presidenta del Fed. Pero a la fecha no se ve ningún avance en el proyecto de inversión pública, y Trump dice que hasta confirmaría a Yellen; la nueva política económica quedaría en declaraciones.

Luego de estos cambios de posición, el dólar cayó, que es lo que conviene a Estados Unidos (y Ecuador).

Promesas de campaña y realidades: una cosa es con violín y otra con guitarra. (O)