Según el calendario religioso de la Iglesia católica, presidida por el papa Francisco, nos encontramos en el tiempo de Cuaresma, que forma parte de los días fuertes de práctica penitencial.

Es tiempo particularmente apropiado para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signos de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, las obras caritativas y misioneras.

Así lo explica el Catecismo de dicha Iglesia que se explaya a partir del número 1.440 en el sacramento de la penitencia y reconciliación, conocido en el lenguaje común como confesión.

Se trata de uno de los temas más interesantes y apasionantes en la doctrina y uno de los motivos de distanciamiento con otras confesiones cristianas, que no lo reconocen como medio para obtener el perdón de los pecados confesados ante un sacerdote, con alguna jerarquía o no, cumpliendo con los requisitos necesarios para su celebración.

Tal vez no los recuerde y por eso le hago presente que son: examen de conciencia para identificar el mal que hemos provocado, dolor de corazón por los daños causados a nosotros mismos o a los demás, propósito de enmienda para no volverlos a cometer, expresión de ellos a un sacerdote y cumplimiento de la penitencia, acciones u omisiones que fueran impuestas como medio de satisfacción o expiación.

A más tiempo entre una confesión y otra, mayor es la dificultad para recordar lo que hemos hecho y probablemente nuestro espíritu encontrará mejores argumentos para que nuestra conciencia halle justificativos para aquellas acciones u omisiones que han hecho daño a la integridad moral, física o patrimonial de otras personas.

Y esta es la época clave para decidir si vamos o no a arrodillarnos y pedir perdón, verdaderamente arrepentidos por los pecados y daños cometidos, porque se acerca el tiempo de cumplir uno de los mandamientos de la Iglesia: comulgar por lo menos una vez al año, por Pascua de Resurrección.

Pero, claro, estas son preocupaciones para quienes son y se sienten miembros de la Iglesia católica y así lo explicitan, especialmente cuando les preguntan cuál es su religión, cuando se realizan los censos nacionales de población.

Así que nos viene bien a quienes nos declaramos católicos ser coherentes con los principios y preceptos que hemos de respetar y prepararnos para nuestra confesión cuaresmal, que puede ser decisiva para enrumbar de la mejor manera nuestra vida, en paz con Dios, para el bien de quienes nos rodean, en casa, en la familia, en el trabajo, en el medio social, cívico o político en el que nos desenvolvemos diariamente.

Buenos proyectos y mejores obras saldrán de espíritus que se encuentran en gracia de Dios, pues han de procurar hacer el bien a los demás, no perjudicarán a nadie y practicarán asiduamente las benditas obras de misericordia espirituales y corporales a las que me he referido en otras ocasiones.

¿Cómo sería el mundo si cumpliéramos a cabalidad los principios religiosos? ¿O éticos, que imperan en la conciencia, de quienes no son creyentes? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)