Cuando en casa se descompone algún grifo o tubería del agua, llamamos inmediatamente al fontanero, a nadie se le ocurriría llamar a un pintor; y cuando se produce un circuito en los cables de conducción eléctrica, buscamos enseguida al técnico electricista, pues no tendría sentido buscar un carpintero. Y no es que el pintor o el carpintero no sean buenos profesionales, lo son y serán reconocidos como tales en sus respectivas destrezas, pero para tener mayor seguridad en la ejecución de una tarea, debemos confiarle el trabajo a quien muestre idoneidad.

Este principio es válido para todas las instancias de la vida, para las personas y para las instituciones, incluso también para los gobiernos que en algunos casos eligen sus altos funcionarios más por las habilidades políticas que por capacidad técnica, provocando de esta manera una dirección institucional errática y con notables deficiencias en el cumplimiento de la responsabilidad inherente.

En la Corporación Financiera Nacional, por ejemplo, donde no menos del 70% de los financiamientos colocados están relacionados con el sector agropecuario, no convocan a los profesionales de este ramo para los niveles con capacidad de decisión; entonces se toman resoluciones sin el respaldo de una visión técnica para este sector productivo, y se cometen errores.

Por eso alguna vez entre luminarias y fanfarrias, conocimos proyectos de financiamiento que prometían apoyar la producción de caña de azúcar o de mangos, como ejemplos, sometiéndolos a planes de pagos trimestrales sin imaginar siquiera que estos productos tienen una sola cosecha al año, que se registra cada once y diez meses, respectivamente. También pudimos escuchar avergonzados que se concedieron financiamientos para compra de ganado en pie e importado, aludiendo insulsamente un supuesto plan para mejoramiento genético, demostrando que no tienen ni idea de lo que significa. Y no estamos cuestionando la buena voluntad ni el deseo de servir, pero ya hemos sufrido suficientes errores de buena fe y es hora de elegir eficiencia y conocimiento.

Pero también la Superintendencia de Bancos, la Junta de Política y Regulación Monetaria, el Banco Central y la banca privada involucrada con el procesamiento de préstamos agropecuarios deberían incluir entre sus personeros con capacidad de decisión, a calificados profesionales del sector agrario, para que sean parte activa en la generación de las políticas de financiamiento que afectarán también a este sector. No lo hicieron y por esta falta de concomitancia en los nombramientos, la política financiera ha tratado al sector agropecuario de la misma forma que al sector industrial, comercial, de la construcción, y hasta de consumo, y esto es absolutamente por falta de competencia.

Y si la concordancia e idoneidad de los funcionarios es a todas luces imperiosa, mucho más lo será la designación del titular para cada cartera de Estado. Ojalá no se repita la indolencia con que se ha tratado la designación del ministro de Agricultura, a pesar de que el Gobierno repitió incontables veces el discurso de la rehabilitación agropecuaria, que resultó vacío.

Ya basta de considerar al sector agropecuario solo en el segmento de la exportación, consentido por su capacidad de generación de ingresos para el Estado. En agropecuaria, la sección dedicada a la exportación es tan importante como la fracción destinada a la producción para consumo interno, con el agregado que esta última proporciona al conglomerado nacional la mayor oferta de trabajo y empleo.

Más allá incluso de quién sea el presidente de la República, el futuro ministro de Agricultura deberá ser un profesional con probada capacidad y experiencia en este sector productivo; que conozca las particularidades de la actividad, sus fortalezas y debilidades, sus necesidades y sus vicios.

Un anónimo pensamiento popular afirma: “El primer acto de corrupción que comete un funcionario público es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias”. Con este preámbulo sustancial podemos estar seguros de que ese adagio popular que recomienda “zapatero a tu zapato” no es una simple frase baladí, sino que representa una excelsa sabiduría recogida por experiencia de vida. (O)

Más allá incluso de quién sea el presidente de la República, el futuro ministro de Agricultura deberá ser un profesional con probada capacidad y experiencia en este sector productivo; que conozca las particularidades de la actividad, sus fortalezas y debilidades, sus necesidades y sus vicios.