Para eso sirve acaparar todos los poderes. Chávez captó todas las funciones del Estado: Asamblea, cortes, autoridades electorales, sometió a la prensa. Las Fuerzas Armadas dejaron de ser una institución al servicio del orden constitucional y se incorporaron a su proyecto político, su cúpula parte de la boligarquía. Hoy ese control absoluto le permite a Maduro desconocer a la Asamblea Nacional, cuando se le escapa de las manos. Untando un pálido barniz de constitucionalidad, inviste a la Corte Suprema como poder legislativo.

Hoy Venezuela es una dictadura.

El hermano país bolivariano, que posee las mayores reservas petroleras del mundo, desperdició la mejor oportunidad de su historia para salir de la pobreza, gracias al altísimo precio del hidrocarburo: ¡Promedio de USD87 el barril por siete años, entre 2007 y 2014!

Chávez fue pésimo administrador. Gastó todo el dinero. Parte en subsidios, lo que incrementó su popularidad. El resto, despilfarro y corrupción. Cuando faltó dinero, dispuso que el Banco Central le imprimiera bolívares. Hoy Venezuela soporta inflación de tres dígitos, con el bolívar por la pata de los caballos. El sueldo no alcanza ni para un mínimo de alimentos. Se sufre hambre y miseria. Ni gasolina hay en el país que más petróleo tiene en el mundo.

El chavismo es hoy impopular. Hace cuatro años, en elecciones presidenciales Maduro fue declarado ganador, por un margen de 1,5%. Según el presidente de la misión de observadores del Instituto de Altos Estudios Europeos, hubo fraude, y esto habría alterado los resultados de los comicios.

Posteriormente, hubo elecciones legislativas, y la diferencia fue tan amplia, que no hubo fraude que valiera. Por eso, Maduro desconoce la Asamblea y asume poderes legislativos. Recurre a la violencia para mantenerse. ¿Qué hará para no entregar el poder al inicio del 2019, cuando expira su mal habido mandato?

Cerrar congresos no es nuevo en Sudamérica: lo hizo Fujimori, pero cuando era popular; posteriormente, cuando de nuevas elecciones surgió una legislatura favorable, Perú retornó al régimen constitucional.

Con más sagacidad lo hizo Rafael Correa: no cerró el Congreso sino que solo expulsó del mismo a los opositores, reemplazándolos con los diputados de los manteles, y luego la Constituyente y Asamblea desmancharon el tejido constitucional.

Hoy vivimos la jornada cumbre del civismo: el pueblo se manifestará si desea que continúe AP en el poder, o si es hora de cambio. Las preferencias estarían equitativamente repartidas.

Las autoridades electorales deben hacer todo lo posible para asegurar la transparencia, para que, sea cual fuere el resultado, el perdedor no tenga causa para impugnar los resultados. Es censurable que, a pesar de contar con un generoso presupuesto y experticia informática, el CNE no habilitó el acceso en línea de los contendores al escrutinio.

Que no se pongan trabas a que los delegados de los candidatos fotografíen las actas y verifiquen que no se altere la contabilización de votos. Que no se prohíba la difusión de los exit polls. Que no se intimide a Participación Ciudadana.

Que no veamos matones nacionales o caribeños atentando contra la integridad de los ciudadanos: que no se repita lo del Atahualpa. Que el Ecuador se desmarque de Venezuela. (O)