Estamos en un momento importante de la vida nacional. No solo hay que escoger personas, sino rumbos. No es lo mismo uno que otro, no da igual votar o no votar, no es que todos son iguales y nada cambia. Ciertamente, tenemos el grave defecto en nuestra cultura y organización social (derivadas de nuestro legado francés y español) de creer que los gobiernos son mesiánicos y son la clave para salir adelante, en lugar de creer en nuestras capacidades propias... ¡con eso tenemos que vivir! Pero ese poder político es diferente según quien lo ejerza.

No es lo mismo quien piensa que el gobierno es el centro de la sociedad, o quien entiende (con las limitaciones nuestro defecto cultural ya señalado) que somos los individuos y nuestras organizaciones los que con esfuerzo sacamos adelante nuestras vidas personales y a la colectividad.

No es lo mismo quien piensa que mundo es un espacio demasiado riesgoso y por eso es mejor buscar alianzas privilegiadas con los bolivarianos (que poco nos aportan), o quien entiende los riesgos pero está dispuesto a salir a buscar amplias oportunidades porque el Ecuador no es una isla alejada del mundo.

No es lo mismo creer en una sociedad de la desconfianza donde todas las relaciones entre personas y/o empresas están cruzadas de engaños y por eso desde el Gobierno es necesario controlar cada paso que damos, o entender que la sociedad está hecha de personas que podemos eventualmente equivocarnos, pero que hay que dejar florecer esas relaciones con base en la confianza, y solo controlar lo necesario y sancionar por supuesto los abusos.

No es lo mismo creer que el sistema de jubilaciones funciona bien y que solo hay que monitorearlo y “echarle” un ojo de vez en cuando, que entender que sí existe un serio problema, no fácil de resolver pero que debe ser enfrentado.

No es lo mismo creer que la dolarización es mala y solo mantenerla porque la salida es muy difícil, a estar convencido de que para un país como el Ecuador es la mejor de las soluciones (imperfecta, sin duda).

No es lo mismo creer que la solidaridad y la redistribución son el eje central de la sociedad, a entender que sin duda hay que ser solidarios y dar oportunidades a todos, pero que eso requiere de un vigoroso esfuerzo de trabajo y creación de riqueza, porque solo donde hay producción se puede sustentar la solidaridad.

No es lo mismo creer que cada paso debe ser calculado con base en los intereses y necesidades políticas (¿asistir o no a un debate?, ¿interferir o no con la presencia en un partido de fútbol?, ¿usar y abusar del tiempo de los empleados públicos obligados a dar tiempo o financiar las campañas?), a simplemente hacer campaña y vida política como lo requiere un sistema democrático.

…¿Hay muchas diferencias, no? Por eso evadir el voto no debería ser una opción. Hay suficiente información para poder decidir. Es mejor equivocarse eventualmente por acción que por omisión …Y sobre todo es mejor votar informándose.(O)