El que la mayoría de los países integrantes de la Organización de Estados Americanos (OEA) haya acordado buscar una solución a la terrible crisis de Venezuela significa que al menos los veinte que votaron para que se incluyera el tema de Venezuela en su agenda están conscientes de que existe un gravísimo problema que afecta a la vigencia de un verdadero orden democrático y que ha colocado en peligro la salud misma, la alimentación y la sobrevivencia económica del pueblo venezolano. Lo que ocurre en Venezuela debe preocuparnos doblemente a los ecuatorianos, porque a esta situación caótica la ha arrastrado un sistema, el de la llamada revolución del socialismo del siglo XXI, implantada por el coronel Chávez y continuada por su sucesor, por él designado, el señor Maduro, y de tal revolución el Gobierno ecuatoriano actual ha hecho su modelo y la ha seguido devotamente; casi casi la ha copiado. Fue el coronel Chávez –no el señor Correa– quien anunció que Ecuador era parte de ese grupúsculo de países que él organizó y lo llamó la ALBA, que prácticamente ya no existe; fue por introducción de Chávez que nuestro presidente entró en amistad con Libia, Siria, Bielorrusia y que invitó al presidente de Irán para que, desde nuestro territorio, proclamara su programa nuclear, en desafío a las potencias de Occidente, principalmente; fue por complacer a Chávez que lanzamos el programa de la construcción de la refinería del Pacífico, que debía refinar petróleo venezolano, y lo invitamos, junto con Ortega, a colocar la primera piedra; fue por seguir el camino de Chávez que nos comprometimos con la China, y al igual que él, nos endeudamos hasta la coronilla con esta potencia, en condiciones deplorables. Hoy, Venezuela se hunde y el Ecuador, si no cambia de rumbo, lo hará, también.

El presidente Correa llegó a decir que Chávez era uno de los hombres más inteligentes que él había conocido. Consecuente con eso, recibió a unos llamados constitucionalistas de España, recomendados por Chávez, que prepararon el proyecto de nuestra última Constitución. En seguimiento de Chávez hemos acabado con nuestras instituciones democráticas; la división de poderes dejó de existir y el presidente es el jefe de todas las funciones del Estado, incluida –en esta hora decisiva del Ecuador– de la función electoral. Se persigue a la prensa, como lo hizo Chávez y, hoy, Maduro.

En el Ecuador, al igual que en Venezuela, se hace y se hará cualquier cosa con tal de impedir el triunfo de la oposición. Lo ocurrido afuera del estadio de Quito, durante el partido de fútbol entre Ecuador y Colombia, nos advierte del clima de violencia que ya existe, probablemente provocado por elementos extranjeros. El asesinato al candidato opositor o a su familia pudo provocar una reacción popular semejante a la del Bogotazo de 1948, cuando el asesinato a Jorge Eliécer Gaitán, quien todavía no era candidato formalmente. Fidel Castro estuvo en Bogotá cuando se desató esta etapa de violencia. A cada paso, en Quito, nos encontramos con cubanos y venezolanos. Debemos vivir alertas.(O)