Se imponen tiempos de nuevas soluciones que deben emerger desde la sociedad civil misma como protagonista.

Es el momento de repensar el Estado y la estructura de los gobiernos, teniendo en cuenta que la institucionalidad y las políticas públicas se crearon para países en formación o en crisis y luego, jamás se transformaron para adaptarse a las nuevas necesidades. Las instituciones por sí mismas no pueden considerarse como condición suficiente para el desarrollo, porque como dice Chateaubriand, cumplen sus tres periodos: el del servicio, el de los privilegios y el del abuso.

La ciudadanía en estos tiempos de cambios rápidos y vertiginosos demanda de políticos y gobiernos que sean capaces de pasar de la ideología a la praxis, más actual que nunca lo dijo Aristóteles: “No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico”. Los tiempos de la filosofía política pasaron con el siglo pasado. Hoy las sociedades persiguen soluciones, no fórmulas de realismo mágico.

Al ciudadano común le interesa solventar su problemática diaria, con eficiencia y el menor costo social posible. Poco le importan escuelas económicas ni doctrinas ideológicas de derecha ni de izquierda, que lo que han demostrado es que llevan al fracaso.

Se busca ya no políticos de la estirpe típica, se buscan estadistas-ejecutivos. Sí, ejecutivos con visión de Estado, del tipo que no da espera ni permite que se difieran las soluciones, que no se deja esposar por obstáculos burocráticos ni conveniencias. Lógicamente, esa ejecutividad no puede ir improvisando, pero es muy distinto resolver en función de un plan de acción establecido que obrar solo orientado en ideologías filosóficas arcaicas.

¿Cuál es el perfil del gobernante que buscan las sociedades actuales?

Es aquel que sustenta su obrar en lo que aspira a lograr, no en aquello de lo cual está en contra. Debe tener éxito propio demostrado y no solo ofrecerlo como promesa futura, con una imagen sólida e impecable. Un ser humano competente y competitivo, sensible al sentir popular y capacitado para resolver problemas inmediatos y encaminar soluciones efectivas en el largo plazo.

El enorme desafío del siglo XXI consiste en transformar modelos de gobierno a base de políticas sostenibles + el uso eficiente de los recursos + la inclusión social + el éxito empresarial + convivencia social pacífica = prosperidad nacional y economía saludable.

Un nuevo modelo que más allá de la urgencia de encontrar salidas a las crisis se posicione como el punto de partida hacia un nuevo modelo de inclusión social y economía sostenible. De verdad no pienso que para lograrlo sean necesarias nuevas revoluciones ni golpes de Estado, basta con que los gobernantes asuman su mandato de servicio con la nueva visión del objetivo que los ciudadanos demandan hoy y que estos convengan en trabajar conjuntamente para lograrlo.

En palabras de Moravia: “Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado”. El Ecuador demanda, sí demanda, de ciudadanos que asuman responsabilidad política y dejen ya de endilgar lo que les pasa a los gobernantes de turno. En la puerta de las elecciones locales, todos como sociedad civil estamos llamados a una reflexión seria y comprometida con el futuro común que vamos a trazarnos y cómo vamos a formar parte activa de su gestación.(O)