Para la definición de los últimos acontecimientos climáticos se han utilizado públicamente diversos vocablos que a la mayoría poblacional, no acostumbrada a su manejo, le causa desconcierto que podría culminar en incredulidad y falta de confianza en los voceros de los organismos encargados del estudio y predicción del clima, cuyos vaticinios no siempre resultan acertados. Por ejemplo, para el año 2015 se anunció un fenómeno El Niño, calificado como Gotzilla, en alusión gráfica al temible y ficticio monstruo japonés, que las altas temperaturas previas a su llegada en el Pacífico tropical hacían presumir como catastrófico, con desenlace moderado en Ecuador, pero causó mucho nerviosismo, truncando expectativas de siembras por temor a su impredecible impacto. Los daños terminaron siendo atroces en otras latitudes.

Recientemente se ha difundido un novedoso concepto, denominado “El Niño Costero”, invención de científicos peruanos, al que se atribuye los serios estragos por lluvias torrenciales que asolan las costas de Perú, menores en Ecuador, pero que la comunidad científica internacional lo observa con preocupación como si fuese una manifestación de un Niño de connotaciones mundiales. Ocurre que los incrementos de temperatura del mar se dan solamente en esos lugares, de alta densidad poblacional y producción agropecuaria, focalizados por efecto de corrientes de aire que influyen en esa zona. Ahora bien, para que tenga esas características centralizadas, será necesario que permanezca durante tres meses consecutivos, como mínimo, de allí que las predicciones apuntan que continuarán precipitaciones intensas hasta mediados de abril. El ecuatoriano Raúl Mejía, del Inamhi, informó se trata de manifestaciones de “La Niña Modoki”, palabra utilizada por el científico japonés Toshio Yamagata, que significa “orígenes similares y efectos diferentes”. “Esa Niña provoca lluvias intensas y abundantes, diferentes a la clásica, con déficit de ellas. Hay un efecto contrario”.

Pero los ecuatorianos no solo apreciamos lluvias fuera de los parámetros normales y temperaturas altas en las aguas marinas próximas a la costa, sino que además asombra la persistencia de días extraordinariamente soleados, de inusual intensidad, que no solo afectan a los seres humanos y animales sino también a las plantas sometidas a diluviales aguaceros seguidos de intensos brillos solares. Surgen entonces interrogantes sobre la relación entre la ya demostrada existencia del cambio climático y los fenómenos de El Niño o La Niña, focalizados o no. Frente a ellas hemos de acudir a lo que sostiene el Quinto Informe de Evaluación de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que tajantemente señala que no está demostrado que exista un vínculo entre ellos.

De su lado el meteorólogo chileno Jorge Carrasco, quien formó parte del grupo que elaboró el informe, destacó como diferencia sustancial que el cambio climático “hace referencia a tendencias, mientras el fenómeno El Niño es una variabilidad natural”, sin que exista relación de causa y efecto entre los dos, sin descartar la posibilidad de predisposiciones hacia un escenario de mayor intensidad y frecuencia de El Niño en el inmediato futuro.

Pero la confusión subsiste, solo mitigable cuando se disponga de permanentes y confiables informaciones oficiales, así como capacitación pública, que permita entender lo que acontece con el cambiante clima, que provoca desazón y pesimismo.(O)

Surgen... interrogantes sobre la relación entre la ya demostrada existencia del cambio climático y los fenómenos de El Niño o La Niña, focalizados o no. Frente a ellas hemos de acudir a lo que sostiene el Quinto Informe de Evaluación de Expertos sobre el Cambio Climático, que tajantemente señala que no está demostrado que exista un vínculo entre ellos.