“El mundo de las apariencias”: Una mañana cualquiera camino por un parque lineal junto a uno de los cuatro ríos de Cuenca; el parque en mención debe tener unos dos kilómetros de caminería junto a árboles, arbustos, césped, todo bajo un generoso sol. En una especie de corralito de unos diez metros cuadrados está la “caminadora mecánica” sobre la cual una mujer batalla por cumplir con la rutina diaria. “El mundo de las apariencias”, pienso. Y razono que mejor –aunque más sacrificado– sería tomar el sendero natural que la máquina estática.

Igual ocurre cuando en la parada miro a aquella madre que junto con su hija esperan por el transporte escolar: la niña luce regia fruto de las entregas maternas. Pero la imagen de entrega y responsabilidad se cae luego de que la niña parte rumbo a su escuela y la madre lanza sin reparos una funda de basura al piso. Más o menos como cuando desde la corrupción de mis actos trato de que el resto responda por los suyos.

Me es inevitable comparar esos dos hechos con la actual campaña electoral de segunda vuelta. Una campaña envuelta en el mundo de las apariencias, con electores condenados a vivir dentro de una oscura caverna, interpretando los tenues reflejos que proyecta la luz que viene del exterior. Sí, como en el mito de la caverna, de Platón.

“Imagina que toda tu vida has sido prisionero en una caverna. Tienes las manos y los pies encadenados, y la cabeza sujeta de modo que solo puedes ver la pared que queda enfrente.

Detrás de ti hay una llama, y entre tú y el fuego, una pasarela por la que tus captores desplazan estatuas y todo tipo de objetos. Las sombras que proyectan en la pared estos objetos son lo único que tú y tus compañeros de cautiverio habéis visto siempre, lo único de lo que habéis hablado y en lo que habéis pensado”. Así reza el inicio de esta alegoría, en el libro VII de La República.

“Ahora supón que te liberan de las cadenas… de forma progresiva vas reconociendo mejor la situación de la cueva y entendiendo el origen de las sombras que habías tomado por reales”.

Así, en esta caverna de campaña o campaña cavernícola, sorprendidos e indignados miramos cómo pasan enfrente de nosotros un mundo de conjeturas e ilusión, con sombras proyectadas por los captores (candidatos, oficialismo, oposición, medios de comunicación, medios de propaganda, comentarios casuales, cotorreos, denuncias, “denuncias”, trolls, manipulaciones) para alimentar nuestro cómodo mundo de ilusión.

“¡Contemplad! Son seres humanos que viven en una guarida subterránea… Como nosotros… Solo ven sus propias sombras, o las sombras de los demás, que el fuego proyecta en la pared de enfrente de la caverna”. Lo concluyó Platón 375 años de nuestra era. Nada hemos aprendido.

Por eso nos mantenemos empecinados –y hoy alimentados por lo “dos punto cero”– en vivir de las sombras de la realidad y el conocimiento. Porque es más cómodo ir sobre la “caminadora mecánica” que por el sendero; o esperar que la hija vaya impoluta al colegio para luego lanzar la basura al piso.

La luz de la verdad nos puede enceguecer y confundir, pero es obligatoria su búsqueda. No dejemos que nos proyecten sombras y sobre ellas no construyamos más nuestras conjeturas.

Hay que dudar y salir de la caverna. Cuesta, pero nos forma.(O)