En una entrevista a fines de enero concedida por el papa Francisco al diario El País de España, en lo atinente al convivir de la humanidad, ha dicho: “Más que dormidos, hay esta anestesia que da el espíritu de la mundanidad”.

Ante esto, traigo atención a una reciente entrevista a Carlos Pareja Yannuzzelli, efectuada por un periodista local y difundida en YouTube; el entrevistado cita: “Ahora que estoy en este problema que, por supuesto, me he acercado mucho a Dios, entiendo o trato de entender lo que son los problemas humanos[…]; he visto cómo se me han ido abriendo las puertas de algo que estaba totalmente perdido hace dos meses, o sea en el lodo […]. Si no hay arrepentimiento no hay perdón, ante Dios me refiero; entonces, yo iba a misa, pero no entendía la misa... Sí me ha gustado el poder más que el dinero, me ha gustado estar donde está el poder…”. El mundo opulento de lisonjas, apetitos e intereses concupiscentes, nos hace caer en esa anestesia espiritual citada por el papa. En lo atinente a las cercanas elecciones presidenciales en nuestro país, hago la reflexión: ¿Acaso los ecuatorianos estamos cohabitando bajo una parálisis o apoplejía espiritual?, cuando pese a ser evidente el incremento del desempleo y subempleo –que se refleja del reporte de competitividad global del 2016 del Foro Económico Mundial, al anotarse que Ecuador cae del puesto 76 (año 2015) al puesto 91, alcanzando una deuda pública externa de $ 45 mil millones, con el 25,7% del PIB– oímos a un candidato presidencial oficialista decir que esto “no debe asustarnos, si hay otros países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia, China, que tienen deudas que superan el 60%, 80%, 100% del Producto Interno Bruto (PIB)”, sin prevenir que las mentadas naciones tienen capacidades de pago sobradamente ostensibles y diametralmente zanjantes con las condiciones económicas del Ecuador. Sin desatendernos sobre la deuda impaga al IESS que todos los gobiernos de la “vieja partidocracia” desde 1985 hasta el 2007 habían sumado $ 890 millones, por lo cual el presente gobierno a inicios de su periodo en un “hecho histórico” la pagó; sin embargo, ahora incide en nueva morosidad al IESS que suma 6 veces más que la pagada, esto es $ 7.000 millones, en circunstancias que el país –gracias al boom petrolero– venía gozando de una excelente economía y que sus voceros oficiales titularon como “el milagro ecuatoriano”.¿O podremos desoír el informe 2016-2017 que acaba de expedir Amnistía Internacional sobre Derechos Humanos y que del capítulo Ecuador advierte que la ONU ha expresado preocupación por las violaciones del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en nuestro país, por el uso de la fuerza pública contra manifestaciones pacíficas, la libertad de expresión y de asociación, los derechos de los pueblos indígenas, los maestros, etcétera? ¿Son inadvertibles los 500 mil jóvenes que no han podido ingresar a la universidad por la estrictez en los exámenes de admisibilidad? ¿O será concebible que entre compatriotas se busque dividirnos con el cliché de que somos unos de izquierda y otros de derecha, descalificando y tildando de pelucones a quienes usamos smartphones (teléfonos celulares), pero graciosamente se destaca a la Universidad de Yachay como el desarrollo de la más moderna tecnología global? ¿Cómo desentendernos cuando se remueve a un comandante del Ejército por decir que los militares deben precautelar la voluntad de los electores y la paz, y que no estuvieron dentro de la cadena de custodia de los biombos tras el proceso electoral? Ante todo esto, llegada la hora electoral, mi voto debe ser fiel interpretación de uno de los dones más subliminales: la democracia. (O)

Víctor Miguel Orellana León, abogado, Guayaquil