El concepto de autoridad de control dentro de un sistema democrático integral verdadero radica en que precisamente el sistema demanda equilibrio de autoridades, de poder.

Los mecanismos de selección deben garantizar que este proceso sea absolutamente imparcial. A un demócrata a carta cabal, honrado, le conviene que las autoridades de control sean absolutamente independientes. No es admisible el argumento de gobernabilidad, cuando de control se trata. No lo acepto conceptualmente, ni siquiera cuando sea de la conformación de una asamblea o un congreso. El afán de que las autoridades de control sean asignadas a personas afines a los gobiernos, evidencia debilidad, falta de confianza en sus ejecutorias y, lo peor, falta de confianza en la honradez de las actuaciones de un aparato gubernamental. Ese afán no necesariamente emana de la máxima autoridad, puede ser de funcionarios sumisos y por lo tanto carentes de iniciativas y de criterio propio, que creen hacer un bien y lo confunden con una evidente muestra de servilismo.

Los gobernantes deben procurar no rodearse de serviles, deben evitar a toda costa que los funcionarios que seleccionan a otros funcionarios sean incondicionales, esto es lo peor que puede aspirar un mandatario demócrata. Solamente de esta manera demuestran su rectitud y honestidad. Los pueblos son perceptivos y cuando ven que se repite de manera permanente la historia de nombrar autoridades de control que recae sobre un mismo grupo, sobre personas que se relacionan de una u otra manera con el poder; empiezan a sentir fastidio, se sienten utilizados, salvo unos pocos que con los ojos vendados por el fanatismo ven como bueno el favorecer a los afines o incondicionales, sin ver méritos. Ciudadanos con méritos están allí, pero por tener méritos precisamente es por lo que no pueden ser obsecuentes ni serviles. Eso, para los que prefieren la facilidad de autoridades ciegas y obedientes, consiste en un demérito.

Al elegir nuevas autoridades, nuevo presidente de la República, debemos pedir que se pronuncien sobre los mecanismos de selección implementados en la Constitución actual, que nos propongan alternativas de selección que garanticen independencia, garanticen la selección de personas con iniciativas democráticas y con imparcialidad a toda prueba. Cuando se elige autoridades de control afines, incondicionales, se está sembrando la duda sobre la honestidad de las otras autoridades, de manera que esas selecciones rayan en la indiferencia ante los delitos cometidos en sus afines; lo que diáfanamente se conoce como complicidad.(O)

José Manuel Jalil Haas,
Ingeniero químico, Quito