Las huellas de la corrupción dejadas por la constructora brasileña Norberto Odebrecht son amplias e inapelables, al más alto nivel, sin distinción de rangos ni cargos, lo más parecido a una red mafiosa que complacía y seducía en aras de más y más contratos. En Colombia es grande el escándalo cuando el gerente de campaña del presidente Juan Manuel Santos acaba de reconocer que Odebrecht les financió de forma irregular, habiendo pagado los afiches del mandatario colombiano en la campaña electoral. “La irregularidad es evidente. Está claro que hubo parte de un equipo financiero que se acercó a Odebrecht para buscar financiar unos afiches”, pero si solo son unos afiches, dirían por aquí.

En Brasil, los efectos del escándalo Odebrecht son demoledores. Hace pocos días, el fiscal general, Rodrigo Janot, presentó al Tribunal Supremo Federal una lista con 83 publicaciones de aperturas de investigación por los sobornos de la constructora, lista que incluye a los expresidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff y que abarca también a ministros y aliados del actual presidente Michel Temer; de acuerdo con la información que se ha divulgado, la campaña de reelección de Dilma Rousseff se financió irregularmente con más de 35 millones de euros donados por Odebrecht. El involucramiento directo de Lula da Silva y de Rousseff, íconos del supuesto proceso de transformación política de Brasil, comprueba los tentáculos de la estructura de corrupción que, como señalaba, no tenía reparos al momento de atrapar a los personajes políticos más influyentes y decisivos de la región, a tal punto que en la delación que hizo Marcelo Odebrecht describe la amistad entre su padre y Lula “como un estorbo a pesar del extraordinario crecimiento que el grupo tuvo durante su gobierno”, y agregó que su padre cedía demasiado a las peticiones de Lula, el cual aparece en el intercambio de correos electrónicos y hojas de cálculo del grupo como el “Amigo”.

En Perú, la secuela de corrupción también golpea duro, a tal punto que la procuradora pública ad hoc solicitó a la Fiscalía que le abriera una investigación preliminar al presidente Pedro Pablo Kuczynski, ante lo cual el mandatario peruano anticipó, como lo hacen generalmente todos, que no ha recibido nada de Odebrecht y que está totalmente tranquilo. Posiblemente tan tranquilo no se encuentre el expresidente peruano Alejandro Toledo, quien es acusado de recibir millones de dólares a cambio de que la construcción de la carretera Interamericana Sur sea adjudicada a la compañía brasileña, ante lo cual el fiscal anticorrupción decidió acoger el pedido del Ministerio Público para ordenar 18 meses de prisión preventiva para el exmandatario Toledo. Los casos de Colombia, Brasil y Perú demuestran no solo la eficiencia de la seducción Odebrecht, sino también la podredumbre enquistada en las más altas esferas gubernamentales de los países citados.

Pero al menos tales países tienen un consuelo magro, pero consuelo al fin: las investigaciones han avanzado y los nombres de los acusados de corrupción han salido a la luz pública, a diferencia de lo que ha ocurrido en nuestro país, en donde se sigue esperando de forma tibia y complaciente la divulgación de la lista de Odebrecht, quedando pendiente una pregunta que debe repetirse hasta la saciedad la ciudadanía en el sentido de qué pasará una vez conocida la lista de Odebrecht, y en especial el nombre del “Amigo” ecuatoriano. (O)