En su obra titulada La transición desde adentro, José Miguel Ortí Bordás, brillante jurista y político valenciano, relata con lujo de detalles y en primera persona las circunstancias ocurridas en los años previos al retorno a la democracia en España.

En esta obra, que contiene el testimonio de uno de los más relevantes actores del proceso, podemos descubrir cómo se gestaron las principales reformas que viabilizaron, a la muerte del dictador Francisco Franco, la recuperación de la institucionalidad democrática en la madre patria.

Una generación ilustrada, posguerra civil, forjada desde las aulas universitarias y luego, desde la dirigencia estudiantil, poco a poco fue copando espacios dentro de la estructura de poder del franquismo, tendiendo puentes con la oposición, y generando espacios de flexibilidad y tolerancia, para insertar en el sistema de manera gradual y sistemática, y luego posicionar, los imperativos reformistas y de apertura.

Una sociedad que tuvo que aprender a tolerarse, entre comunistas, monárquicos y fachistas, entre inmovilistas y reformistas, nacionalistas e independentistas. Todos bajando la guardia, concediendo espacios, todo por la democracia. Todo por no repetir la sangrienta experiencia de la guerra civil, que aun no terminaban de asimilar sus mayores.

Como lo escucha, amigo lector. El retorno a la democracia en España se cocinó desde adentro, impulsado por funcionarios públicos y líderes políticos del franquismo. Sin ellos, o no habría sido posible, o se habría conseguido con un nuevo desangre de la sociedad española.

Al igual que lo sucedido en España hace más de 40 años, el retorno a la democracia en el Ecuador ya comenzó.

Comenzó cuando la abultada chequera del Estado se sobregiró, producto del despilfarro y falta de previsión en el manejo de las finanzas públicas. Cuando en junio de 2015, más de trescientos cincuenta mil guayaquileños y ecuatorianos desplegados a lo largo de la avenida 9 de Octubre, y liderados por su indiscutible líder que se atrincheró en la ciudad de la aurora gloriosa, de la Fragua de Vulcano, último reducto de la resistencia, sentenció que “...el país de Correa se acabó”.

Cuando en redes y medios, los ciudadanos, políticos y referentes de opinión perdieron el miedo a criticar y condenar los atropellos y abusos del Gobierno.

Cuando valientes jueces vencieron el temor y liberaron a diversos perseguidos políticos, a pesar del despliegue estatal en su contra.

Cuando el correato desistió de convocar a consulta popular sobre la reelección indefinida, a sabiendas de que casi las tres cuartas partes del país no la aprobarían.

Cuando la presión ciudadana y de los líderes políticos del país instaló a Guillermo Lasso en la segunda vuelta electoral.

No debemos despreciar, entonces, a quienes desde adentro del correísmo han contribuido con este proceso de retorno y que además forman parte de, más o menos, la mitad del universo electoral del país.

Con Carlos Arias Navarro o con Adolfo Suárez (haciendo un paralelismo a la transición española), a partir del 24 de mayo de 2017, y aunque a diferentes velocidades y estilo, seguiremos caminando hacia la tan ansiada democracia.

Ha llegado la hora de reencontrarnos como sociedad y empujar juntos en el mismo sentido.

El cambio es indetenible. (O)