¿Qué nos depara una segunda vuelta? En primer lugar, el triunfo de uno de los candidatos, sea cual fuere el ganador, tendrá un margen muy estrecho, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas mostrada en primera vuelta. Lenín Moreno obtuvo el 39% de los votos y Guillermo Lasso el 28%, por lo que si tomamos en cuenta que del 16% de los votos obtenidos por Cynthia Viteri, la amplia mayoría iría para el candidato opositor, se nos muestra una final muy cerrada. Esta circunstancia, más allá de alimentar el morbo de las encuestas y las apuestas, nos plantea una profunda división política y social.

La disyuntiva para el elector no es Moreno o Lasso, sino correísmo 4 años más o no. Rafael Correa, sin participar en esta elección, aparece como el candidato omnipresente y reedita lo sucedido en las elecciones seccionales del 2014, en el que la mayor parte del electorado votó en cada circunscripción no a favor de los candidatos a las diferentes alcaldías, sino en apoyo o rechazo al Gobierno. La estrategia confrontativa y el discurso divisionista del presidente es el caldo de cultivo adecuado para generar este tipo de escenarios. El maniqueísmo de lado y lado es evidente, donde a un gobierno incapaz de reconocer sus errores, se enfrenta una oposición indispuesta a su vez a proclamar sus virtudes.

En caso de ganar Lenín Moreno, es claro que por su personalidad, su falta de peso político propio y su dependencia total de la estructura correísta, será el equipo del actual presidente el que se encargue de ejercer el poder real y que Correa se constituirá en una suerte de titiritero, desde donde se encuentre.

En síntesis, nada cambiará, veremos las mismas caras en los puestos clave. Obviamente, quienes se han beneficiado de estos diez años de ejercicio omnímodo de poder y han visto cómo su patrimonio se ha incrementado de forma en que no lo habrían soñado jamás, verán con terror la posibilidad de que este statu quo se modifique. De igual forma, los grupos económicos que en todo este tiempo han hecho lucrativos negocios con la estructura gubernamental se encuentran muy cómodos con que este establishment perdure al menos cuatro años más. ¿Para qué cambiar lo que les ha funcionado de maravilla? Siempre será más fácil y menos sospechoso negociar con un gobierno que se autoproclama como socialista, que con uno de derecha, en el que las relaciones entre grupos de poder se miran con desconfianza por parte de la ciudadanía. Recordemos que el propio Guillermo Lasso fue públicamente cercano en los primeros años del correísmo.

La estrategia de gobierno es clara y en los primeros días de esta segunda vuelta, ciertamente, errática. Una vez más los nervios pudieron con sus estrategas políticos. Sabían perfectamente que los números no daban para una victoria en primera vuelta y el festejo anticipado, además de dejar en ridículo a todo el grupo, generó un movimiento ciudadano que, ciudad por ciudad, reclamaba porque se respete la voluntad popular. Las encuestas de Santiago Pérez solo sirven para provocar risa o indignación, pero de ninguna manera pueden generar certezas después de sus reiterados y groseros fallos en la consulta popular y la elección de alcaldes. En el primer caso se equivocó con casi un treinta por ciento de margen y en el segundo anunció el triunfo de Barrera en Quito, pese a que la victoria de Rodas era evidente. Esto, sumado a los festejos en los que a imagen y semejanza del líder, los acólitos del poder celebraban con estertores y ataques epilépticos, genera en el ciudadano la impresión de que se quiere vender una falsa victoria, sustentada en encuestas trucadas y una actitud victoriosa direccionada, mientras que el organismo de control electoral actúa como un peón más al servicio del poder. Si a esto sumamos declaraciones, como las de Marcela Aguiñaga respecto de Juan Pablo Pozo, hechas con tal torpeza que solo le faltó acusarle de traidor al “proyecto”, es obvio que la gente iba a salir a las calles. De esta forma, le hicieron el favor a Lasso de organizarle manifestaciones en su respaldo, con más gente que toda la que este pudo convocar en primera vuelta.

A partir de ahí todo ha sido desaciertos. Moreno cae en una demagogia desesperada y ofrece construir desde trenes magnéticos hasta las mejores universidades de Latinoamérica, mientras que se siguen utilizando los dineros de la seguridad social para el pago de gasto corriente gubernamental. El descabezamiento de la cúpula militar es solo la cereza del pastel y nos muestra una estructura que trata de aferrarse con uñas y dientes a un poder que se le escapa como agua entre los dedos. (O)

 

La estrategia de gobierno es clara y en los primeros días de esta segunda vuelta, ciertamente, errática. Una vez más los nervios pudieron con sus estrategas políticos.