Establecer premisas ciertas es un ejercicio indispensable para arribar a conclusiones valederas. El proceso electoral que vive Ecuador, con su desenlace el próximo 2 de abril, es novedoso en alguno de sus componentes.

-En épocas pasadas votamos por candidatos que representaban a partidos políticos con diversos matices, enmarcados en normas y principios democráticos.

-La jornada electoral del 19 de febrero presentó una novedad: se votó por dos tendencias políticas, representadas por AP y siete agrupaciones políticas de oposición.

-El 2 de abril elegiremos un sistema de gobierno representado por Lenín Moreno y por Guillermo Lasso. No es Lenín o Lasso, sino socialismo o democracia.

-Toda contienda o disputa requiere de independencia, pulcritud y decencia para respetar la voluntad de los electores. No o sí al continuismo: este es el dilema. Nuestra historia registra momentos de parecida perplejidad. Está en juego algo crucial: seguimos el ejemplo de Venezuela o intentamos, con Lasso, regresar al sendero democrático, con todas sus incertidumbres y perplejidades.

¿De qué cambio hablamos? Menciono ciertos cambios que pueden ser indicadores de que no se trata de ‘El último día del despotismo y primero de lo mismo’:

-Es indispensable modificar la Constitución para que sea apta para gobernar, en libertad, durante un periodo de cuatro o cinco años y que deje de ser un libreto para soñar mantenerse en el poder por décadas o centurias. Diferir esta necesidad podría ser una omisión suicida.

-La Constitución debe facultar la reelección del presidente, por una sola vez, luego de un periodo. ¿Obvio, sencillo, lógico? Por desgracia, no. El poder que faculta usar las mejores estrategias para administrar un país también puede llegar a ser la droga que alimenta apetitos abominables, además de crear redentores indeseados y salvadores ilusos e ineptos.

-Requerimos de un gobierno que respete las funciones del Estado, que esté consciente de su independencia; de autoridades de control que sean probos, que cumplan con sus funciones; de ministros de Estado con personalidad que dejen de ser juguetes de un régimen; de asambleístas con capacidad para pensar y discernir lo mejor para la patria y no meros alzamanos al servicio del poder.

-Necesitamos un manejo limpio, técnico y apropiado de los bienes del Estado, para que no sean botín de gente inescrupulosa.

-Es urgente recuperar, en la forma y en el fondo, la dignidad de la presencia y palabra del gobernante: la unidad de la nación y los valores patrios deben ser sus metas. Necesitamos un Presidente con mayúscula: que piense antes de hablar; que se respete y nos respete; que aglutine voluntades; que forme un equipo de gobierno con los mejores ecuatorianos, jóvenes y mayores; que reflexione; que administre con sabiduría los recursos naturales. Necesitamos un servidor y no alguien que se sirve del país para satisfacción de su ego. Necesitamos cambiar. Estoy convencido de que Ecuador ya se cansó de tanto atropello a sus libertades. Estemos atentos a los sucesos de las próximas semanas. Cambiemos para cambiar.

“Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo... del miedo al cambio”, Octavio Paz.  (O)