Hace diez años, los ecuatorianos elegimos a un presidente de la República porque significó una esperanza. Pero no votamos por el Socialismo Siglo XXI. Este fue introducido como el programa de la Revolución Ciudadana, pero nunca fue explicado. El resultado de la gestión ha sido nefasto para la democracia y el pueblo lo sabe. Ha rechazado el proyecto con la mayoría incuestionable de todos quienes votaron contra el candidato oficial. En la segunda vuelta ganará Lasso si los partidos se ponen de acuerdo con patriotismo y desinterés. Pero se reeditará la pugna de poderes porque no tendrá mayoría en el Parlamento y se hará muy difícil desenmarañar el perverso tinglado legal que se funda en la Constitución vigente. Es imprescindible romper esa opresión. La única forma rápida y eficaz de recuperar las libertades y la democracia es recurrir al mismo pueblo, fuente de todo poder, con una consulta popular con dos preguntas sencillas: Si quiere una nueva Constitución, para lo cual deberá reunir una Asamblea Constituyente y la inmediata convocatoria a elecciones; y la segunda, que puede ser muy controvertida, otorgar al presidente de la República facultades extraordinarias para que, en un plazo no mayor a tres o cuatro meses, pueda derogar, reformar o modificar todas las leyes orgánicas, especiales y ordinarias que se han dictado en los últimos diez años.

Las democracias occidentales reconocen que sus instituciones se inspiran en la Antigüedad Clásica y principalmente en la República de Roma. Entre las distintas magistraturas republicanas existía una que se llamaba dictadura. En caso de grave conmoción interna, de pestes, de invasión de enemigos extranjeros, el Senado entregaba poderes totales a un cónsul, quien tenía que devolverlos luego de tres meses o inmediatamente de que hubiera resuelto la crisis. La magistratura funcionó bien hasta que nombraron dictador vitalicio a Cayo Julio César, apuñaleado por los complotados republicanos en los idus de marzo del 44 a. C. La historia recuerda los nombres de Cincinato, Camilo y el de Lucio Cornelio Sila, quien devolvió los poderes después de haber triunfado sobre Mario y asesinado a sus enemigos.

Nuestra historia señala la existencia de varios dictadores. Lo fueron el Dr. Isidro Ayora y don Clemente Yerovi, de fecundas obras. Es la paradoja del poder y su ejercicio. Es un peligro inmenso si el dictador abusa de las facultades extraordinarias, pero cuando las ejerce con la más alta moralidad y sabiduría, es la solución más eficaz y rápida para evitar la pugna de poderes.

Ecuador tiene actualmente una dictadura constitucional que no se exhibe como tal, pero los hechos la denuncian. La solución propuesta se basa en el art. 444 de la Constitución vigente y lo más importante es que se recurre al pueblo que debe contestar si quiere el cambio o si desea permanecer en la actual situación. El Tribunal Constitucional debe entender que todo ha cambiado y que el pueblo necesita pronunciarse. Con tales facultades el nuevo presidente puede cambiar todo: desde la forma de adjudicar los escaños en el Parlamento hasta la ley que amordaza a los medios. Será una forma de recuperar las libertades y la república democrática. (O)