En la mañana siguiente al día de las elecciones, en radio Democracia, de Quito, con Gonzalo Rosero, cuando uno de los contertulios mencionó, preocupado, que Alianza PAIS había obtenido más de la mitad de los escaños de la próxima Asamblea, expresé que, de ser elegido el señor Lasso, en segunda vuelta, como muy probablemente ocurrirá, se vería imposibilitado de gobernar eficazmente porque sus propuestas de ley, y particularmente las de emergencia económica, no serían aprobadas por la mayoría opositora; por eso manifesté que el presidente Lasso deberá considerar el hacer uso de la facultad que concede al presidente el artículo 148 de la Constitución y disolver la Asamblea. La misma propuesta hice, luego, en radio Atalaya, de Guayaquil, a Fernando Aguayo. Para hacer uso de esta facultad, el presidente requiere del dictamen favorable de la Corte Constitucional únicamente para el primero de los casos contemplados en dicho artículo, es decir, para cuando la Asamblea Nacional “se hubiera arrogado funciones que no le competen constitucionalmente”; no se menciona el dictamen de la Corte Constitucional para los siguientes casos: de obstrucción a los planes de desarrollo, “o por grave crisis política y conmoción interna”. Correa teme esto y así lo mencionó cuando conoció que no podría imponer el triunfo de sus candidatos. El uso de esta facultad conlleva que se deba convocar a elecciones generales de Asamblea Nacional y de presidente. Creo que el presidente llevaría las de ganar por el desconcierto en que se encontrarían las fuerzas derrotadas. Hay un riesgo, sí, pero peor es ser un presidente atado de pies y manos ante un país que requiere de urgentes y radicales reformas económicas y constitucionales; que demanda barrer el Consejo de Participación y a fiscales, contralores, procuradores, etcétera, que nos deja nombrados el actual régimen para que le protejan las espaldas y le garanticen impunidad. Ante una situación tan difícil, hay que recordar las palabras del general Dumouriez, en la Revolución francesa: “La temeridad es la prudencia de los momentos de peligro”. Deshacer la maraña legal existente solo se puede conseguir mediante la elección de una nueva Asamblea Nacional o la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Una consulta popular no es suficiente. Se dirá que todo esto puede ser resuelto más tarde. Puede ser, pero el anunciarlo antes de la segunda vuelta motivará a las hoy desperdigadas fuerzas de la oposición. Hay que señalar el camino.

Es arduo el camino para remontar la diferencia de la primera vuelta. El que se hayan pronunciado los otros candidatos en contra del continuismo es alentador, pero no es suficiente, porque no se trata de una simple operación aritmética; hace falta una reorientación ideológica hacia el centro; hace falta tender la mano hacia la izquierda. Y tan importante como esto, se necesita de una movilización de las mujeres, que con razón buscan espacios que correspondan a su moderna preparación.

Creo que la evidencia de la corrupción desaforada impidió el triunfo en una sola vuelta de los candidatos oficiales. Nos salvamos por medio punto porcentual. No desperdiciemos la oportunidad de hacer estallar las cadenas que nos oprimen. (O)