La audaz estrategia oficial conducente a presentar y sugerir, a toda costa, el supuesto triunfo del candidato gubernamental en la primera vuelta electoral estuvo a punto de lograr su objetivo si no confluían una serie de factores, algunos por ahora evidentes y otros que posiblemente se conocerán de mejor forma con el paso del tiempo. En ese contexto es imposible dejar de plantear la elemental reflexión en el sentido de cuál sería la situación en estos momentos si a las 17:00 del pasado domingo 19 el país no hubiese contado con medios independientes anunciando los posibles resultados basados en exit polls confiables, en contraposición a la divulgación de datos realizada por los medios oficiales que sostenían sin pudor ni rubor la victoria en la primera vuelta.

Quienes conocen de cerca el fenómeno electoral, así como la importancia de la información precisa de los resultados de estos procesos, saben que hay momentos que resultan estratégicos para sustentar una victoria o, naturalmente, para desmentirla, especialmente cuando existen márgenes cerrados porcentualmente hablando. Recuerdo que pocos minutos después de las cinco de la tarde recibí en unos de los tantos chats un mensaje sombrío que me indicaba su decepción ante el triunfo oficialista en la primera vuelta, ante lo cual respondí: “¿Qué canal de televisión estás viendo?”, siendo absolutamente previsible su respuesta; esa persona, así como otros miles de ecuatorianos, se “estaban” enterando de la novedad, es decir, la del triunfo oficial en la primera vuelta, a través de uno de los canales oficiales. “Tranquilidad, simplemente cambia de canal”, le insinué.

Se trataba, por supuesto, de dos historias diferentes; la una contada por los medios adscritos al Gobierno y respaldada por el propio presidente de la República en su cuenta de Twitter (“¡Otro triunfo contundente del pueblo ecuatoriano!”), la cual exhibía la victoria de Lenín Moreno con un porcentaje superior al 40%; la otra, sustentada por los medios independientes que presagiaba, tal cual efectivamente ocurrió, que el candidato del régimen no iba a lograr el 40% de votos válidos para triunfar en la primera vuelta. La diferencia entre las dos historias fue muy simple: los canales independientes basaron sus proyecciones en encuestas lo suficientemente confiables y sensatas, no en información aventurera, menos aún agorera de un colapso electoral; en esa línea, los medios independientes dieron muestras de seriedad y profesionalismo en esos momentos estratégicos a los cuales hacía referencia. Jugar con la información electoral en esos minutos tan sensibles es jugar con fuego.

O quizás de eso se trate, jugar con fuego, al diablo las encuestas prolijas, la información veraz o confiable, organicemos un vale todo en el cual la consigna sea distraer, manipular, despistar, todo en aras de que el proyecto siga, pues mejor ni pensar lo que ocurriría si llegasen a perderlo. Van a ver lo que se viene. (O)