Con el anuncio de que será necesaria la segunda vuelta electoral, se inicia una nueva campaña, quizás más difícil que la anterior, en la que ya se hablaba de “campaña sucia”.
Sucio quiere decir que es “sin la debida observancia de las reglas y leyes propias del juego al practicarlo”, que es “deshonesto y obsceno”, que es “contrario a la legalidad y a la ética”. Si hubo de esto en la campaña que terminó, si se han quejado de ella ambos bandos y los ciudadanos lo vimos con desagrado, lo único que corresponde es no repetirlo, entre otros motivos, porque habla muy mal de un pueblo que para elegir sus autoridades lo hace sin observar las reglas propias de la elección, con deshonestidad, cercana a lo obsceno y fuera de la legalidad y la ética. Si es así, sería lógico que el Gobierno elegido a partir de lo sucio fuera como también lo señala el diccionario lo “que produce suciedad”. De manera que evitemos lo que nos ponga al borde de lo enunciado.
Tampoco sería extraño que se produzca suciedad en un lado, pero haciendo parecer que es en el otro; a los ciudadanos nos corresponde estar alertas, comparar estilos y aprender a diferenciar el origen de la basura.
Al revés, queremos elecciones limpias, sin manchas, sin dudas, sin zancadillas, porque lo que está en juego es el futuro de la nación. (O)