Hace algunos años ingresó al Ecuador la tecnología de la telefonía móvil o de los teléfonos celulares, los cuales tuvieron un éxito rotundo por cuanto ya no era necesario acudir a los ciber o negocios de cabinas telefónicas para hacer llamadas de larga distancia, o ir a alquilar un teléfono.
Tanto éxito han tenido los celulares que las personas de escasos recursos han hecho sacrificios para obtenerlos.
Hoy en día, por decirlo así, todos en el planeta tienen teléfono celular (sofisticados y caros, menos caros...) para hablar, para escribir, para recibir mensajes, para usar el internet, para comunicarse por todas las redes sociales, etcétera. En realidad esto ha permitido a las personas comunicarse en cualquier parte donde se encuentre, tanto local como internacionalmente.
El motivo de mi carta no es para opinar de los avances de la tecnología de los teléfonos digitales, sino que es para manifestar lo siguiente, que empresas de telefonía móvil mandan muchos mensajes diarios a los usuarios, y nos merman o nos reducen el cupo o la capacidad para hacer nuestras llamadas.
De tal forma que cuando uno quiere hacer una llamada, por el teléfono sale una voz de una grabación, que cariñosamente dice: “Lo siento, su saldo es insuficiente para hacer esta llamada”. Tienen que dejar de hacer esta cosa.
Esto significa que si usted hace una recarga de cinco dólares apenas llega a hacer tres o cuatro llamadas y se queda sin saldo, es decir, que se queda incomunicado.
El problema es más duro, si usted no tiene el antiguo teléfono con alambre o convencional, en su casa, en su negocio, etcétera, o si lo tiene su línea está cortada, está dañada y no puede comunicarse cuando se le presenta una emergencia.
Me pregunto, ¿por qué los usuarios tenemos que pagar los mensajes que mandan esas empresas y que por consiguiente nos reducen la capacidad de nuestras llamadas personales, y tenemos que otra vez recargar el teléfono celular. ¿Acaso obtienen cada año utilidades a costa de nosotros?
Debe haber alguna autoridad que ponga en regla el abuso.
Manuel Gregorio Pino Aguirre, economista, Guayaquil