La urgencia de Alianza PAIS de ganar en primera vuelta –“Lenín, una sola vuelta” fue el grito de guerra el domingo a las 17:00 en sus cuarteles– llevó al movimiento de Gobierno a exhibir sus propias costuras y debilidades políticas frente a los resultados de la votación. En lugar de mostrarse ganadores de la primera vuelta, con una votación muy significativa para un movimiento que lleva diez años en el poder, y retratarse confiados y fuertes para un eventual balotaje, se mostraron perdedores. La evidencia de que tenían solo el lenguaje triunfalista y arrogante de siempre, que nunca se prepararon para el escenario de una segunda vuelta, se mostró en la noche cuando Lenín Moreno apareció en la tarima de Los Shyris: Tengo fe, creo que sí vamos a llegar al 40%, crucen los dedos, tengo un asesor internacional que me asegura el triunfo en primera, para luego, en el momento más triste y vergonzante de la campaña, ponerse a entonar canciones de Juan Manuel Serrat.

El temor a una segunda vuelta –por eso han presionado tanto a las autoridades electorales– se debe a varias razones. La primera de ellas, la disminución de los apoyos de Alianza PAIS en 17 puntos desde el 2013 hasta el domingo último. Hace cuatro años, casi el 60% de los votos válidos fueron para Correa, esta vez un porcentaje algo superior se fue hacia la oposición. Globalmente, hay un cambio significativo en la preferencia de los electores, un giro hacia la oposición y una transformación de las relaciones de fuerza. El relevo de liderazgo para Alianza PAIS ha sido costoso.

El segundo motivo son los damnificados de la campaña en el lado oficialista. Para Correa, Glas y Moreno, la cúpula movimientista, ha sido un proceso durísimo y desgastante. Correa debió desplegar todo su capital político para defender al Gobierno del acoso opositor, sobre todo de las denuncias de corrupción en el último tramo. Pero ese capital no da más, está en su límite, lo cual quiere decir que para una segunda vuelta Glas y Moreno tendrán que batirse solos, sin el gran blindaje del líder. Así como el Gobierno disimuló la crisis económica con endeudamiento, el protagonismo de Correa en la primera vuelta disimuló los negativos de Glas y las debilidades de Moreno. Pero la figura de Correa ha sufrido un deterioro en su integridad moral, hay una falta de respeto hacia él, una dureza inmensa en el lenguaje que lo cuestiona e impugna. Glas, mientras tanto, sale malherido por todas las denuncias de corrupción en su contra. Capaya lo volvió impresentable. Tener que cargarlo en una segunda vuelta electoral será tarea durísima para el frágil candidato presidencial. Y el tercer damnificado fue Lenín Moreno, porque la campaña lo mostró en sus debilidades, en su falta de visión, de discurso, de propuestas, tanto que los estrategas prefirieron esconderlo. Su presentación el domingo en la tarima de Los Shyris fue una exhibición desnuda de sus carencias. ¡Ponerse a cantar! Moreno tenía sentido como figura política junto con Correa para hacer el balance y el contraste entre el duro y el blando, el autoritario y el demócrata, pero solo, su imagen se desvanece.

El lunes en la televisión Lenín sacó un lenguaje populista, duro, confrontativo en contra del banquero rico, que desfigura su imagen bonachona. Cada día que pasa sabemos menos quién es Moreno, a qué juega y a dónde quiere llevar al Ecuador.(O)