¿Es la política corrupta? O más bien será que en la política se vuelve más evidente la corrupción, por los montos de recursos manejados y por las influencias y poder que se ostentan.

Pero ¿son en realidad los políticos una casta aparte de los ciudadanos comunes que los eligen? Hablando de regímenes democráticos, en los que se designa por votación a las autoridades, ¿por qué son tan sorprendentes –como si vinieran de la Luna– las acciones de los políticos?

Los gobiernos no debieran reflejar más que a sus propias sociedades; elegidos y electores vienen del mismo terruño y tal vez lo que sucede es que la clase política lo único que hace es recoger el sentir, el añorar y las expectativas de su sociedad y plantearlas de tal manera que esta, incondicional y obsecuentemente, los elige para que les provea de lo que todos sabemos ya: los imposibles. Tal vez las sociedades de nuestra región el único boleto de elección que favorecen es aquel que vende esos sueños.

Vale mirar por la ventana pero hacia dentro, tal vez la política no sea sino el reflejo de lo que las sociedades han creado: Frankestein puede ser una obra maestra con sello de fábrica casera. Desde otra óptica, vale analizar si la comunidad que tanto reclama está comprometida o rehúye a la política: a) Cada vez que los más capacitados evitan participar en el quehacer cívico o político, para privilegiar su lucro particular; b) Cada vez que se censuran actos incorrectos, sin tomar ninguna acción; c) Cada vez que el padre protege al hijo que copia, ante su maestro; d) Cuando se realizan negocios a base de información privilegiada o sin responsabilidad social; e) Cuando se explotan ambiciosamente los logros o ideas ajenas.

Si hay menos corrupción en unas sociedades que en otras, quizás debamos preguntarnos el motivo que las diferencia. Me atrevo a plantear que es la conciencia del bien colectivo como pilar fundamental, anteponer el nosotros al yo, lo que más las diferencia en este ámbito a las sociedades. Cuando la mayoría entiende que el bien de todos es a corto plazo también el bien mayor de cada uno, esa sociedad ha comprendido que al saltarse la fila no hace sino lesionarse a sí mismo y a todos.

Toma al menos una generación revertir el patrón individualista por la conciencia colectiva. Puede estar faltando algo más de máximas de convivencia social y valores comunitarios. Es curioso que en estas sociedades básicamente religiosas aparezcan estas debilidades. En el fondo, ¿se cumple con los dogmas de fe o hay prisioneros de sus propios demonios?

Si en realidad se busca un cambio en la política, debiera comenzarse con mayor rigidez en la formación individual. Formar a los chicos, que no es igual a educarlos. No hay colegio ni universidad que enseñe por sí sola los valores y principios de buena convivencia colectiva. El niño que ve a sus seres queridos luchar a diario por el camino recto caminará por esa misma senda porque es la única que conoce. Al contrario, si las vivencias diarias del niño son atajos, facilitaciones y desvíos, ese será su derrotero. Ese niño será o elegirá a los próximos políticos iguales a él.

Un baño de moral, reflexión que vale plantearse. (O)