Mañana no será cualquier domingo, lo que ocurra afectará no solo nuestras vidas individuales, sino la de todos los ecuatorianos. Puede ser un día de salida de un largo periodo en el que vivimos una tendencia estatizante y centralista, pero puede ser un día de entrada a una segunda temporada de lo mismo o a un cambio, a una propuesta para que las personas sean más importantes que el Estado y ojalá, también, más importantes que el capital.

Nos corresponde a cada uno de los ciudadanos preguntarnos el tipo de país que queremos para los próximos años y en el que vivirán los hijos, los nietos y los hijos de los nietos, porque así se construye la historia. Lo que pasó hace veinte o treinta años nos fue conduciendo poco a poco a lo que vivimos desde hace diez, eso fue elegido por la mayoría de los ecuatorianos, quizás como rechazo a un sistema de partidos que no era propiamente tal, porque entre nosotros lo que llamamos partidos ha sido lo que, con muy pocas excepciones, se hace presente en las épocas preelectorales para presentar candidaturas y no una organización que se basa en una filosofía política que se pretende concretar en propuestas de políticas públicas.

Con ese ánimo de protesta y en la esperanza de conseguir un cambio fuimos a las urnas. El cambio, en muchos aspectos, para bien o para mal, se dio, ya lo vivimos. Ahora nos toca evaluar si ese era el tipo de país que queríamos o si nos equivocamos y queremos la oportunidad de volver a intentar algo diferente.

Debemos tener claro lo que el acto de sufragar significa, no se trata solo de hacer una rayita para manifestar nuestra decisión, se trata de que al hacerlo ejercemos plenamente nuestra ciudadanía y, como tal, nos responsabilizamos del resultado.

Por eso es que antes de elegir por quién votar, debemos tener claro lo que el acto de sufragar significa, no se trata solo de hacer una rayita para manifestar nuestra decisión, se trata de que al hacerlo ejercemos plenamente nuestra ciudadanía y, como tal, nos responsabilizamos del resultado.

Ciertamente, muy pocos tendrán una función en el nuevo gobierno, pero todos tenemos el deber y el derecho de exigir que se respeten los derechos humanos, la Constitución y las leyes; y si creemos que algo en la legislación actual no contribuye a facilitar la construcción del país que queremos, tenemos que buscar en las mismas leyes la forma de cambiarlo. Nuestro deber con el país y con nosotros mismos no termina al pie de la urna. Es, debe ser, un compromiso existencial, vivido con decisión, serenidad y entusiasmo.

Sí, con entusiasmo, aunque todos estemos tensos hoy y mañana, aunque algunos festejarán y otros lamentarán los resultados, debemos entender este día como el de un gran ejercicio democrático cuya transparencia debemos exigir y defender. Es una buena oportunidad para aprender que el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes, y lo que logramos con ello, puede ser un motivo de satisfacción ciudadana. (O)