A las puertas de los comicios, tras un periodo electoral que generó más dudas que certezas, en medio del sinsabor de una sociedad desmovilizada frente a los escándalos de corrupción y con una campaña carente de debate, propuestas claras y sobre todo argumentos; la demagogia desplazó a la concepción del Buen Vivir como eje transversal de la construcción social (que por cierto nada tiene que ver con la desprestigiada Secretaría).

Una campaña concebida desde el paradigma reduccionista del desarrollo, limitada al crecimiento económico, con discursos restringidos a la dicotomía entre Estado y mercado y cuál de ellos puede garantizar de mejor manera la generación de empleo y con candidatos, sin exclusión, que optaron por la demagogia y promesas superficiales, rehuyendo profundizar en el mecanismo para cumplirlas y evitando la reflexión sobre de qué manera sus proyectos políticos y modelos económicos pueden significar a mediano y largo plazo un impulso para la construcción de la sociedad del Buen Vivir o vida plena, que según el Art. 276 de la Constitución implica mejorar la calidad de vida de la población, desarrollar sus capacidades y potencialidades; construir un sistema económico justo, democrático, productivo, solidario y sostenible, a través de la redistribución social y territorial de los beneficios del desarrollo, de los medios de producción y en la generación de trabajo digno y estable; impulsando la participación y control social, estableciendo la convivencia armónica con la naturaleza garantizando el acceso equitativo y de calidad al agua, aire y suelo; garantizar la soberanía nacional; promover el ordenamiento territorial equilibrado y equitativo, así como la diversidad cultural.

Atendiendo a la generalizada preocupación del empleo, el ofertón laboral fue estratégico. Pero teniendo en cuenta las bajas proyecciones de crecimiento y nuestra estructura económica que no es absolutamente capitalista y contempla importantes sectores de la economía popular y solidaria que contrastan la lógica de acumulación del capital, cabe preguntarse ¿qué posibilidades reales existen de acceder al trabajo asalariado digno y estable que dicta la Constitución? Por eso, más allá de la cantidad, el tema que no se atrevieron a debatir abiertamente es qué tipo de empleo proponen a la gente.

¿Empleo a costa de su precarización y flexibilización? Tenemos una Constitución que reconoce el carácter esencialmente social y político de los procesos económicos, donde el ser humano es el eje central, sin embargo parecería que no está dentro del sentido común ciudadano, mucho menos de los candidatos, la importancia de incentivar las iniciativas económicas desde la perspectiva del trabajo, no desde la figura del empleo, para garantizar que la riqueza quede repartida con equidad en manos de los trabajadores.

Lo cierto es que somos una sociedad que sigue buscando cobertura a las necesidades más básicas para la existencia humana, como salud, educación, trabajo, seguridad, libertad, etc. y por eso parece imposible en la actualidad elevar el nivel del debate y las baratijas de campaña siguen arrastrando adeptos, pero más allá de la abrumadora e irrisoria demagogia de todos los candidatos, que a cambio de nuestro voto nos ofrecen darlo todo, hasta su corazón, que nos piden confiar en ellos una vez más porque saben cómo hacer empresa, ser madre o padre, que jamás nos abandonarán, por sus años de experiencia o por su juventud, algunos más que otros invitándonos a dejar de lado las ideologías y todos como representantes de una u otra manera del cambio, en fin, con la construcción del Buen Vivir reducida a la capacidad de consumo y no como una demanda permanente que nos exige pensar en el bienestar social más allá del plano material o individual.

Cuando ninguno de los candidatos colma nuestras expectativas y tratamos de sopesar las ofertas para elegir el mal menor, vale la pena recordar que la apuesta por una forma de convivencia social pacífica, respetuosa de la diversidad y en armonía con la naturaleza, en definitiva por hacer realidad el anhelo de las ecuatorianas y ecuatorianos por alcanzar el Sumak Kawsay, no depende de quién ofrezca darnos más, sino de la participación ciudadana con conciencia, dignidad y convicción.