En varios barrios de la ciudad, pequeños ejércitos identificados con la camiseta del movimiento de Gobierno, papeles en mano, realizan encuestas. Cada uno tiene que llenar 50. Con nombres, teléfonos y número de cédula. Además de por quién votarían, tienen que decir qué piensan del Gobierno, solo se escribe lo bueno, y a qué aspiran: bono, casa…

Resulta complicado a los encuestadores llenar la cuota… y no exponerse a agresiones.

Todas las personas no están dispuestas a dar números de sus documentos. Sin embargo, esos datos son importantes porque equipos de control llamarán a verificar si es correcto lo anotado… Eso en la semana de elecciones…

Sucedió el domingo, lo vi también el lunes.

Me llamó poderosamente la atención porque es una manera de comprar votos, invitar a pedir beneficios, que seguramente necesitan, a cambio de sufragar por tal lista, con la promesa de que si ganan se lo darán. Es tratar a los ciudadanos como mendigos, es una manera eficaz de “desciudadanizar” a la ciudadanía. Es enseñarles a esperar como dádiva lo que se merecen como derecho. Es otra forma sutil de corrupción.

Es como estar al borde de un precipicio, cerrar los ojos y esperar que la suerte, Dios, o algún extraterrestre resuelva nuestros problemas sobre cómo gobernar el país. Tratar de resolver, dentro de lo posible, “mi futuro” con alguna pega que podría obtener según el candidato que gane.

Una decisión a corto plazo, sin aliento de futuro. Se trata de sobrevivir a como dé lugar.

Las últimas revelaciones en la trama de corrupción que desconcierta por la magnitud, la incapacidad, complicidad y participación de las personas con altos cargos públicos y los organismos de control; el silencio encubridor y la ninguna medida para castigarla y detenerla hacen que la población en su mayoría se muestre escéptica con la posibilidad de juicio y de control eficaz. Todos son iguales.

Hay un sentimiento generalizado de que nadie sabe qué pasará en el futuro inmediato, pero algo ya murió, algo ya no es ni será más como fue hasta ayer… porque la desconfianza e indignación hacen parte del sentir colectivo. Un tsunami que arrasa los valores éticos del país y de las personas sacude los cimientos mismos de las instituciones y de la ciudadanía. Esto hace suponer que será muy difícil que la población se ponga nuevamente de pie, como sujeto de su destino y defensora de sus propuestas e intereses.

Hay que esperar… el domingo por la tarde a las 17:00. Esperar… Un domingo que pasará rápido y que será eterno…

En una entrevista del 10 de enero de 2010, realizada por el desaparecido Diario Hoy, ese hombre y sacerdote ejemplar que fue Luis Alberto Luna Tobar, que tuvo la particularidad de unir a todas las tiendas políticas en su muerte, reconociendo su valía, decía: Quien nos gobierne “tiene que ser un hombre, o una mujer, que aclare todo y terminantemente. Y luego, (con) una fidelidad muy grande en todo lo que hace y lo que dice; que no haya distancia entre el hecho y el pensador... El pueblo necesita vida.[…]. Tenemos que reeducarlo y reordenarlo para que viva su voluntad y su pensamiento con la natural estima de sí mismo, tratando de ser cada vez mucho más sólidos como personas. El individuo está descuidado en el país”. 

Necesitamos elegir personas que no se defrauden a sí mismas ni a nosotros en el ejercicio pasajero del poder. (O)