El próximo domingo 19 de febrero, el país vivirá un día decisivo para su presente y futuro.

Luego de diez años de Rafael Correa en el poder, nos aprestamos a elegir un nuevo Gobierno que tendrá la difícil misión de sacar esta nave, llamada Ecuador, de las turbulentas aguas en las que navega, e intentar llevarla a puerto seguro.

No me refiero solamente a la severa crisis económica que deberá afrontar el próximo Gobierno. Me refiero al estado de ira en que vivimos los ecuatorianos. Tomando como base el pensamiento de Gustavo Cerati, convertido en música, el Ecuador se ha convertido en una suerte de “País de la Furia”.

Mas allá del debate de ideas, que han sido muchas, en esta campaña electoral el nivel de destrucción de honras y reputación de quienes aspiran a un cargo de elección popular, o incluso, de quienes los apoyan, ha llegado a niveles que no recuerdo en el pasado.

Siendo ese el estado del país, lo que nos jugamos los ecuatorianos no es poco. Se trata de escoger entre seguir como estamos o un cambiar de rumbo.

Yo considero que necesitamos un cambio bueno, en positivo, no solo en la tendencia política del gobernante, o en el manejo transparente de los recursos públicos, sino en la manera de entender la responsabilidad del poder político.

Un Ecuador con real independencia de poderes, especialmente el Poder Judicial, en el que radica en gran medida el equilibrio entre el Estado y los ciudadanos. En esa lucha necesitamos muchos Colegios de Abogados como el de Pichincha, que se multipliquen por todo el Ecuador.

Impunidad jamás; justicia y debido proceso SÍ, pero sin revanchas ni persecuciones.

Un país en el que la primera magistratura del Estado sea ejemplo de equilibrio y mesura; que represente a todos los ecuatorianos y no solo a sus simpatizantes.

Necesitamos un gobierno liderado por alguien que una a los ecuatorianos y que ayude a sanar las heridas que estos últimos 38 años de democracia nos han dejado como sociedad.

Yo personalmente estoy convencido de que ahora, más que nunca, necesitamos que el Ecuador vuelva a ser el Ecuador.

Una nación de gente buena, pujante, sincera, solidaria y positiva.

Que debemos unirnos en un gran esfuerzo por reconstruir nuestros lazos, por rebuscar entre los escombros de este desastre que vivimos y recuperar nuestra identidad como pueblo.

No más cabida al odio, a la división o al pensamiento único, sea este de derecha o izquierda.

El domingo nos jugamos el futuro de nuestros hijos y nietos. Votemos con alegría, votemos con esperanza, votemos con amor, votemos con el corazón. Votemos por el Ecuador de nuestros sueños, que levantaremos con el esfuerzo y trabajo solidario de todos.

¡Que Dios bendiga al Ecuador! (O)