Las vicisitudes que pasan los agricultores arroceros comienzan cuando se programa un cultivo de arroz. El financiamiento se obtiene del banco, el dueño de la piladora o un agiotista.

El banco solo presta una cantidad que no representa la inversión del cultivo, el dinero lo entregan cuando el cultivo está listo para la cosecha, es decir, no se cuenta para el inicio del cultivo, ni para el ciclo vegetativo; entonces el agricultor recurre al dueño de la piladora, quien da crédito solo si sabe que el agricultor es responsable, si eso sucede el interés que pagará será del 5% al 10% mensual; cuando el dueño de la piladora es honrado, si no el prestatario se expone a que en la cosecha le reciban el producto al peso que impone el pilador, para devengar intereses y capital.

Sin embargo, el capital prestado es recibido en partes insuficientes. Entonces el agricultor recurre al agiotista, que concede dinero desde el 10% al 25% mensual, según el cliente. Se calcula que el gasto por hectárea es de $100 mil, cuando el agricultor y sus descendientes ponen mano de obra, de lo contrario asciende a mucho más. Al iniciar el cultivo, la semilla que se usa no es certificada, la obtiene por reciclaje o recomendación del pilador que la entrega como parte del capital, o por su vecino que obtuvo buen precio y buena producción. Es semilla que no tiene registro de calidad, provocando al agricultor alto riesgo de fracaso. También se necesita agua para preparar el terreno con equipos, pero no puede comprar diésel sin permiso previo, que algunos no lo obtienen por los trámites; además deben completar los documentos de los equipos agrícolas para que se le calcule la cantidad de diésel a consumir a diario. Esto del diésel es un problema, en algunos casos para combatir el caracol son necesarios pasar riegos pero que permiten palear la plaga y que requieren de más combustible; exponiéndose el agricultor por esto a ser vejado de tráficar combustible y a la confiscación. El abono del cultivo, el control de plagas y el control de malezas lo hacen sin asesoramiento. La cosecha es otro calvario. Es tiempo de que algún gobierno fije sus ojos en el campo. (O)

Félix Gastón Sarmiento Carrión, ingeniero agrónomo, Guayaquil