En mayo se iniciará en la Espol la carrera de Matemática, en diez semestres se podrá obtener un título de tercer nivel en la reina de las ciencias, la única que a lo largo de los siglos ha construido un saber absoluto y acumulativo, no habiéndose equivocado como la física y otras ciencias al pretender que la realidad obedecía a algunas de sus leyes que con el tiempo resultaron incompletas o falsas. No, las matemáticas no postulan ni reclaman cumplimiento a sus leyes, ni verificación en la realidad, pues el criterio para su verdad no está en relación con la interpretación de sus enunciados en el mundo, sino en la coherencia de su construcción como lenguaje. ¿La realidad? No le interesa. ¿La existencia? Tampoco: nunca alguien ha pesado un 7 o tocado un número imaginario. Difícilmente podría encontrar una más sublime torre de marfil quien quiera abstraerse en el mundo de los pensamientos. Y sin embargo, misteriosamente, las matemáticas parecen explicar el funcionamiento del universo entero, y, cosas tan ordinarias como que la voz de quien nos llama al celular y que se transmite en bandas donde circulan miles de otras señales, nos llegue a nuestro teléfono y no a otro, se basan en propiedades matemáticas, en este caso de los números primos.

En el libro ¿A dónde van las matemáticas?, Jean Kuntzmann decía que algún día el nivel de desarrollo de los países se medirá no por el PIB, sino por la cantidad de matemáticos per capita. No sé si eso sucederá, pero no hay duda de que las matemáticas ya están en la cúspide de la producción económica actual. Los Rockefeller, Henry Ford y J. P. Morgan de hace un siglo han sido reemplazados por Bill Gates (Microsoft), Larry Page (Google, YouTube, Android) y Zuckerberg (Facebook, WhatsApp), todos ellos y muchos más, forjaron sus billones no con oro, petróleo o motores, sino con intangibles lógicos. El pensamiento matemático en ellos se convirtió en códigos y algoritmos con que se construyó y se sigue construyendo el sistema nervioso de señales que gobierna las plataformas tecnológicas sin las cuales ya no concebiríamos vivir. El algoritmo central de búsqueda y control de la web de Google, inventado por Page y Brin, se hace gracias al uso inesperado del concepto matemático de valores y vectores propios, algo que se aprende en los primeros años de la carrera de matemática. Seis del top ten de la lista de Forbes han hecho su fortuna con intangibles lógicos.

Bien por Guayaquil y sus habitantes, felicitaciones a la Espol, a Jorge Medina y a otros profesores que bregaron por sacar esta carrera adelante. El sistema de educación superior no ha sido muy generoso con esta ciudad, a pesar de ser la más poblada y pujante del país. Las becas han sido principalmente para la ciudad en donde se las administra. La Senescyt (debe ser eliminada, pues ya existe el CES) y universidades como la Andina Simón Bolívar o la Flacso, aunque enarbolan la bandera internacional, han concentrado en Quito recursos que son de todos los ecuatorianos y los administran de espaldas al Ecuador. ¿En qué vago rincón habrán estado pensando Correa y el politécnico Glas cuando permitieron que Yachay no se construya en el moderno campus de la Espol? (O)