No es extraño conocer opiniones sobre el rol de la agricultura en el mantenimiento del equilibrio social y tranquilidad mundial, pero nunca antes un foro de tanta representatividad, como la reunión de ministros de Agricultura del G20, ha dado un pronunciamiento tan frontal, al atribuir al sector agrario la función básica de crear las condiciones económicas y sociales para garantizar la paz y estabilidad planetaria. Así lo resolvió ese selecto grupo de países, al suscribir el 22 de enero pasado, en Berlín, la “Declaración de Ministros de Agricultura del G20”, que suma el 60 por ciento de las tierras cultivables y el 80 por ciento del comercio internacional de productos agrícolas.

Cuando mencionaron seguridad, no solo se referían a la alimentaria, para satisfacción de una población en constante crecimiento, sino también a la fuente más importante de empleo y riqueza, que de sufrir serios reveses llevaría a hambruna, desocupación y desplazamientos forzados. Un ejemplo típico sería el banano, no insubstituible en la dieta diaria ecuatoriana, pero de ocurrir una reducción significativa en su producción y ventas, acarrearía inestabilidad social, poniendo en serio peligro la tranquilidad nacional. Allí la razón de atención prioritaria que debe merecer del poder público.

Recalcaron que es necesario incrementar la productividad rural, debiendo crearse el ambiente adecuado para darle a sus actividades la rentabilidad suficiente para el bienestar de cultivadores, ganaderos y acuicultores, en general, con lo cual la humanidad tendría la certeza de provisión cierta de alimentos, como expresamente lo proclamaron los ministros, cuando dijeron: “Reconocemos que las empresas agrícolas rentables y sostenibles, en todas las escalas, pueden contribuir mejor a los resultados a los que nos hemos comprometido y enfatizamos que las políticas agrícolas sólidas y las inversiones son fundamentales para lograr un desarrollo agrícola sostenible”. En el referido encuentro, se dio gran énfasis al uso correcto, sin desperdicios, del agua de riego, cada vez más escasa en algunas naciones.

Ecuador tiene la fortuna de producir la casi totalidad de los alimentos que necesita, puede vanagloriarse de sumar 1,5 millones de hectáreas con infraestructura para regar a nivel parcelario, de las cuales cerca de 300 mil son de proyectos estatales, lamentablemente su eficiencia llega a solo el 60%, teniendo allí uno de sus principales desafíos en el inmediato futuro, para convertirlos en productivos, adicionando medidas atinentes a la comercialización y crédito.

Se reconoció la trascendencia del uso de la informática para superar los rendimientos de la cadena alimentaria, la productividad y la sostenibilidad agrícolas, en el contexto del cambio climático; y enfatizaron en el potencial de esas técnicas para mejorar la calidad de vida y crear oportunidades de negocios en las áreas rurales.

Frente a tan trascendentales manifestaciones, en el entendido que habrá apertura de los organismos financieros multilaterales, lo procedente a nivel nacional sería la ejecución inmediata de proyectos que tornen rentables las recién inauguradas obras de control de inundaciones, que no son de riego porque no han logrado llevar agua a las fincas, frustrando aspiraciones de agricultores carentes de ella, que ven canales a grandes distancias, sin utilización práctica, mientras sus campos continúan yermos y en angustiosa espera. (O)