Tenía un compañero de trabajo que se ganó el apodo de Quematiempo, porque era un experto en hacer nada. Evitaba todo encargo y las pocas tareas asignadas las endilgaba a algún amigo de buena voluntad. Si cometía un error, nunca era él, porque siempre encontraba a quien echarle la culpa.

En los partidos de fútbol hay también especialistas en quemar tiempo. Cuando el equipo va ganando o con el resultado que le conviene, el arquero se demora sus buenos segundos antes de sacar la pelota. Los partidarios lo aplauden porque es “sabido”, los del cuadro perdedor se mueren de las iras. Hay algunos que lo hacen con suerte hasta que el árbitro les saca la tarjeta amarilla. Y ni aun así.

Me parece que en el asunto Odebrecht el Gobierno aplica la estrategia de quemar tiempo. Idas, venidas, declaraciones altisonantes, la culpa de la corrupción es de los otros, los socialcristianos; ellos, los del Gobierno, son inocentes. Pasan los días y mientras en los países vecinos publican los nombres, aquí se ignoran y seguiremos desconociéndolos hasta la víspera de las elecciones, cuando la mayoría no se entere y los opositores no puedan hacer mucho. Sin contar que hay personas a las que les importa un pito la corrupción, porque en su ignorancia o indiferencia la justifican con la falsedad de que “hacen obras”.

Alternativas: Primera: que tratarán de esconder los nombres de los ladrones o buscar “cabezas de turco” para que asuman las acusaciones. A los acusados les costará lo suyo demostrar inocencia en este Gobierno. Si todos fueran inocentes, no tiene sentido la estrategia de ocultar nombres y dejar que los días transcurran. De una vez ya sabríamos quiénes son y cuánto robaron. Segunda: que algunos altos cargos sí están involucrados en el reparto de los 33,5 millones de dólares que Odebrecht declara que ha pagado en Ecuador. Conocer sus nombres le hará mucho daño al Gobierno, especialmente entre los electores de conciencia cívica de esos patriotas que se preocupan por el destino del país, a quienes les duele el robo de sus impuestos, que saben cuán dañina y costosa es la corrupción, que conocen que con el dinero que se reparte en coimas y cohechos se puedan dar muchos servicios al pueblo, salud, educación, seguridad.

En esta lucha se inscribe la de los medios de comunicación y las radios. Para la dictadura es vital controlar los medios. Cuando estos son verticales, informan los actos delictivos, denuncian a los corruptos, opinan sin temor. Hay miedo de que se conozca la verdad. Los medios controlados por el Gobierno cumplen órdenes y callan. Pero los independientes por vocación no esconden la verdad ni solapan a los pícaros. Son insobornables. Los señores Oquendo y Rosero son una muestra del periodismo que no cede a los abusos del poder, siempre son veraces no solo en este Gobierno. Su trabajo no es hacer oposición, sino decir la verdad y en esta noble tarea les salen enemigos que tratan de silenciarlos, y como no pueden, tratan de eliminarlos. Ojalá permanezcan. Mi solidaridad con los señores Oquendo y Rosero. (O)