Me parece que todas las personas, unas más y otras menos, tenemos asuntos pendientes que resolver.

¿Los tiene usted? ¿Unos cuantos, pocos o muchos?

Hay quienes exageran sus preocupaciones por aquello que tienen pendiente de resolver o realizar, incluso llegando a enfermarse, y otros que, con serenidad y convicción, procuran solucionarlo lo más pronto posible y, finalmente, quienes simplemente se desentienden: no se preocupan ni actúan, como que les gustara tener asuntos pendientes.

¿Nos convendría, a usted y a mí, hacer el ejercicio de preguntarnos: en cuál de esos grupos nos incluimos?

Lo invito a autoanalizarse, que yo ya lo hago, porque me parece que la salud mental y física depende mucho de la actitud que decidamos tener frente a los problemas que se nos presentan y la manera como los ignoramos o los resolvemos.

Aunque, en cierto tipo de problemas, dejar pasar el tiempo para que las aguas vuelvan a su cauce es una actitud pasiva que puede dar buen resultado, hacer lo contrario sin tratar lo que nos preocupa puede, contrariamente a lo deseado, agrandarse, complicarse o expandirse, precisamente como producto de la inacción.

¿Alguna vez oyó o dijo usted: “Si antes hubiéramos hablado, seguramente habríamos llegado a un acuerdo; pero ahora ya es tarde”?

¿La oyó o se la han contado otras personas que, además de arrepentidas, por su omisión, tuvieron que cargar consecuencias que muy bien podían habérselas ahorrado?

Si localiza un caso de esos en su memoria, se corroboraría lo que he afirmado.

Tal parecería que afrontar demandas de conducta o tareas específicas y proporcionadas a la edad y proceder positivamente, sin dilación, desde la infancia, sería un gran entrenamiento conductual.

Me parece que las demandas de conducta que, cuando somos pequeños, se nos exigen en casa, de manera positiva, guiados por la sabiduría de padres, abuelos, tíos o hermanos mayores, pueden llegar a ser el entrenamiento ideal, que nos ayude a afrontar y realizar positivamente las primeras simples tareas hogareñas y más tarde aquellas que se generan en los centros de estudios especializados a los que hay que concurrir para aprender a vivir entre otras personas que no son familiares, vecinos ni amigos.

Los desafíos escolares iniciales, que deben ser realizados por los educandos y no por sus padres o empleados, para que termine pronto o porque si no le da mal genio a la criatura, considero que se pueden convertir en la base para una conducta responsable, que permite a los niños conocer que existen tareas que necesariamente hay que realizar, de la mejor manera y oportunamente, con responsabilidad.

¿De dónde proviene nuestra inclinación a posponer la solución de nuestros asuntos pendientes?

Debemos investigarlo, pues si lo descubrimos podremos superar la inacción que nos perjudica no solamente a nosotros, sino también a quienes dependen de nosotros, en casa, en el trabajo o en la sociedad.

¿Qué le parece? ¿Cuándo considera usted que debemos resolver nuestros asuntos pendientes? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)