Las medidas migratorias adoptadas por el nuevo presidente de Estados Unidos han causado reacciones a favor y en contra. Y aunque asombra a muchos, no pueden considerarse como una sorpresa, pues justamente fueron parte de los ejes de su campaña electoral; y, según los entendidos, uno de los puntales de su triunfo.

En un artículo anterior justamente comentaba que las acciones de Trump deberíamos verlas en el tiempo, considerando que su discurso agresivo obstaculiza las posibilidades de ser objetivos en el análisis, sumado a que a estas alturas es imposible realizar una evaluación seria de su mandato.

Mantengo esta opinión, incluso luego de las acciones ejecutivas de la semana pasada. Dicho esto, el análisis que intentaré compartir en este momento es el que hace relación con las reacciones en ese país.

Bajo el riesgo de ser tildado de “proyanqui” por mis amables lectores, quiero rescatar a estas alturas dos aspectos que dentro de este episodio resultan dignos de admiración y respeto: la solidez de las instituciones democráticas y la independencia de los poderes en Estados Unidos.

No confundamos instituciones con instituciones del Estado. Hablo de las instituciones civiles, del verdadero poder de la sociedad. No pensemos en las que nosotros conocemos. Hablemos de una universidad que por no mendigar al poder central tiene la fortaleza para defender a sus estudiantes; estudiantes que salen a las calles de Boston a protestar sin violencia; abogados en libre ejercicio ofreciendo gratuitamente sus servicios con un cartelito en pleno aeropuerto de Nueva York.

Me dirán que hubo detenidos en las protestas, es lógico. La Policía es una institución que sí funciona y controla el orden. Cada uno en su rol. Sin miedo. Haciendo lo que le toca. Instituciones sólidas que hacen lo necesario para que su voz se escuche.

Ahora hablemos de independencia. Un juez federal, varios fiscales, alcaldes, gobernadores, senadores; en conjunto, funcionarios de los otros poderes del Estado, han desafiado con valentía una orden directa firmada por el Poder Ejecutivo. De nada sirven los argumentos en pro de la seguridad nacional, ni las amenazas de recorte de recursos, simplemente no están de acuerdo y utilizan la ley para equilibrar el poder del presidente.

¡Qué ejemplo más soberbio de independencia! ¡Qué demostración más impresionante de responsabilidad para con su colectividad!

A esto se referían los pensadores de la Revolución francesa cuando hablaban del contrapeso de los poderes del Estado.

No importa si usted está o no de acuerdo con Trump o sus detractores. Simplemente, el sistema funciona. Eso es lo que importa.

“We the people…”, era el grito de la gente en la calle. La gente, donde realmente reside el poder, haciendo sentir su presencia. Ella será quien decida finalmente si su actual mandatario está a la altura de la historia. (O)