Hace unos días le presté mi carro a Santi, mi marido. Contra todo pronóstico me lo devolvió sin gasolina y con el radio sintonizado en una emisora de esas de música para viejitos y juntitos, que a él le encanta. Luego de mi caminata matinal fui muerta de iras hasta la gasolinera y como era de esperarse, el tráfico de regreso fue un caos y cuando me di cuenta ya era tarde, en mi mente se había instalado una legendaria canción de Leo Dan. Todos los lectores que ese día entraron en mi librería podrán dar fe de que, durante todo el día y contra mi voluntad, canté con mi mejor voz: “Cuanto has querido yo te supe daaaar, solo y herido, así me dejáaas, sabiendo que mañana irás con otro al altaaaar, shorarás, shoraráaas...”.

Es que la influencia de la música, de los noticieros y de la programación general de una radio puede alegrarnos el día, matarnos de iras, educarnos o llenarnos de pájaros en la cabeza. Por esta razón, muchos ciudadanos estamos asustadísimos ante la posibilidad de que las autoridades que controlan la comunicación nos quiten la Radio Visión. Dicen las malas lenguas que una iglesia, de esas nuevas que se fundan pasando un día, ha optado por la misma frecuencia de la ancestral radio quiteña, y en la renovación de frecuencias Radio Visión quedaría fuera del dial. Yo sigo pensando que es una broma de mal gusto, porque más allá de que estemos o no de acuerdo con la postura política del doctor Diego Oquendo (yo en más de una ocasión he comentado mi desacuerdo), no podemos dejar de reconocer la profesionalidad del periodista y sobre todo su respeto a la opinión ajena. El resto de la programación, además de amena, también demuestra gran calidad, se nota que sus comunicadores no improvisan. Para mí, Encuentro, con Diego Oquendo hijo; Desde mi visión, con su hermana Michelle, y en especial Sueños de papel, con mi querida amiga y colega escritora de libros infantiles Juana Neira, los siento un poquito como mi casa, ¡he conversado sobre libros tantas veces en esos espacios culturales! que no concibo su ausencia.

Hoy, sin motivo aparente, así sin más, he cantado todo el santo día una canción infantil: Había una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban/ todos los corderos. Y había también/ un príncipe malo,/ una bruja hermosa/ y un pirata honrado. Todas estas cosas/ había una vez. /Cuando yo soñaba/ un mundo al revés.

Tal vez no puedo dejar de cantarla porque estoy harta de que cada día en este paisito aparezca un nuevo pirata honrado; tal vez porque no puedo creer que en este mundo se construyan muros en lugar de tender puentes; tal vez porque, aunque el presi diga lo contrario, sí nos están robando la esperanza; o tal vez simplemente por el cariño y respeto que tengo por la gente que hace la Radio Visión y no concibo que tanto absurdo sea posible. Tal vez porque tengo pájaros en la cabeza y añoro, aunque sea en sueños un mundo totalmente al revés. (O)