Casi todo en la revolución ciudadana es por concurso. Si alguien quiere ser juez, tiene que ganar un concurso. Si alguien quiere integrar un consejo, tiene que ganar un concurso. Si un man quiere ser fiscal, tiene que ganar un concurso. En cambio, si otro man quiere ganar una comisión, tiene que seguir un curso, porque eso sí nues por concurso.

Lo maravilloso es que cada concurso es absolutamente límpido, transparente, prístino, aséptico, y solo aquellos que son los más capacitados triunfan. Es la meritocracia, que le llaman.

Lo que los pobres desconcursados no entendemos es por qué siempre los que obtienen los puestos para los cuales se postulan están vinculados con el Gobierno. Y entonces nos preguntamos ¿es un mérito que fulano de tal que ha ganado tal concurso haya sido ministro, asesor, alzamanos en la Asamblea, embajador? ¿Eso será lo que le dio los puntos suficientes para ganar el concurso?

Pero enseguida salen las autoridades a decir que no, que jamás. Que eso era antes, en los tiempos de la partidocracia. Que en este Gobierno las cosas son transparentes, prístinas, asépticas.

Y nosotros, como somos bien crédulos, decimos sí, así mismo ha de ser, mientras contemplamos, absortos, cómo quienes no han tenido vínculos con la revolución ciudadana regresan cabizbajos, tristes, cejijuntos, al tiempo que los otros se posesionan de los cargos diciendo que qué hay de malo en que hayan sido servidores del Gobierno si ellos, ante todo, son independientes, prístinos, transparentes, asépticos.

En estos diez años si algo hemos aprendido es que son los apegados al Gobierno quienes ganan toditos los concursos. Pero como nunca acabamos de aprender (en vista de que esta revolución es una escuela que algo nuevo nos enseña cada día) ahora estamos aprendiendo cómo se gana un concurso de frecuencias.

Me hago corrijos: no estamos aprendiendo cómo se gana, sino más bien cómo se pierde.

No importa que Radio Visión o Radio Democracia estén años en el aire ya que eso, para un concurso de frecuencias, ha sido más bien perjudicial porque el concurso está hecho justamente para sacarles el aire. O para sacarles del aire, que da lo mismo. Y entonces, en su lugar, ganan unas estaciones que quieren que les den harto aire y los del Gobierno, que son buenísimos, les aplican un shock de ondas hertzianas y respiración de boca a boca con lo cual, ¡oh milagro!, les insuflan vida.

¿Y por qué a las que tienen aire les sacan el aire y a las que no tienen aire les insuflan vida?, me preguntarán ustedes. Y yo les responderé porque así son los concursos, pues. Verán nomás que en su veredicto los jurados han de decir que a Radio Visión tienen que darle el vire porque es totalmente falta de visión, medio tuerta, cegatona de los iris, sin dioptrías en las niñas y con nubes en ambos dos ojos, todo lo cual le impide ver las maravillas de la revolución ciudadana. Y ya: descalificada.

A Radio Democracia le han de dar también cero puntos, aduciendo que con ese nombre no llega a la audiencia que ellos buscan. Tal vez si se cambiaba de nombre y se ponía Autocracia le hubieran dado unos tres puntos, pero ni con esos le alcanzaba porque en todo lo demás le hubieran puesto cero, por Rosero.

Y ya. Terminó el concurso. (O)