Asistí a una de las reuniones convocadas por la Mesa de Convergencia, que es un espacio colectivo independiente y plural que, por el momento, agrupa a doce organizaciones ciudadanas, Sus métodos son: el debate, la búsqueda de acuerdos, la investigación y estudio de los problemas, la creación de propuestas para enfrentarlos y promocionarlas para que se conviertan en políticas públicas. Por el momento han estudiado y trabajado en cuatro temas: desempleo, seguridad social, educación y salud. En la reunión de Guayaquil estuve en el grupo que conoció lo trabajado sobre la educación.

De lo que conocimos, quiero detenerme en un documental, sobre educación rural en dos provincias del país: Chimborazo y Cotopaxi, parte de una investigación de campo que duró dos años. Tiene un título sugerente: Se nos fue la alegría. Y se les fue porque la escuela, según dice uno de los moradores del lugar, “es el centro de la vida comunitaria”, “quitar la escuela es matar la comunidad”. Lo dicen con la misma tristeza que recuerdan que sus padres y abuelos lucharon para tener la escuelita, que el terreno lo puso la comunidad y también el trabajo para levantarla. Cuentan que les dijeron que no podían mantener la escuela porque había pocos alumnos, pero que ellos podrían ir a una escuela mejor, con profesores más preparados y un mejor edificio. Como relata otro de los moradores, les dijeron también que no se preocuparan de la distancia que los niños tendrían que recorrer, porque un vehículo los recogería para llevarlos, pero afirman que la realidad es otra. Tienen tres opciones: que los niños se levanten a las cinco de la mañana y caminen bajo el frío y la lluvia cinco kilómetros, que los padres paguen 10 dólares para que un camión de esos que se usan para transportar ganado los recoja cada día o que no vayan a la escuela. A propósito de ganado, también comentan que hay quien ha tenido que vender algunos de sus animales para poder pagar el transporte y que otros han abandonado sus tierras para ir a algún lugar donde la escuela esté más cerca. Ustedes se estarán preguntando qué pasó con la escuela. En ese lugar, como en muchos otros, se suprimieron, por todas, 5.000 escuelas rurales unidocentes.

Es cierto que mantener una escuela para pocos niños es muy caro y que, pedagógicamente, es difícil que un solo maestro pueda hacer un buen trabajo con niños de varios grados. Pero las soluciones no deben agravar el problema educativo sino resolverlo y para eso hay que tener en cuenta la realidad en la que viven los niños y los jóvenes y proponer a la comunidad que se sume a la búsqueda de una solución creativa, que sin duda será diferente a la que se plantea desde los escritorios.

En fin, estas letras quieren compartir una preocupación, lo rural debe ser atendido, no solo por respeto a los derechos de quienes allí habitan, sino también por gratitud, son ellos quienes producen alimentos para todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos, empleados, desempleados, profesionales, empresarios, Ph.D., artesanos y políticos. Merecen recuperar la alegría. (O)